Minería ilegal: el socavón nacional con sello de garantía Boluarte

En un país donde la incompetencia es deporte nacional y la indolencia presidencial es política de Estado, Dina Boluarte ha logrado un récord digno de los Guinness: hacer absolutamente nada frente al monstruo de la minería ilegal. Eso sí, lo hace con una elegancia digna de Miss Simulación 2025. Porque si algo ha perfeccionado esta gestión es el arte milenario de mirar al techo mientras el país se desmorona.

La madre de todas las desgracias (y Dina como madrina de honor). La minería ilegal no es solo un problema ambiental —eso sería casi un elogio— es la madrina tóxica de todas las economías criminales que circulan en el Perú. ¿Lava de activos? Presente. ¿Trata de personas? Firme. ¿Sicariato, esclavitud, prostitución infantil, contrabando, asesinatos, destrucción ambiental? Todos los males en un solo paquete «Made in Perú», con despacho gratuito a donde la ley no llega.

Y ahí está Boluarte, de cuerpo presente pero alma ausente, cultivando su pasividad como si fuera una virtud. Porque, claro, gobernar de verdad cansa. Mucho más fácil es adornar el sillón presidencial con discursos reciclados y fotos protocolares mientras Madre de Dios se transforma en un infierno de mercurio, prostíbulos clandestinos y bosques muertos.

El Estado: ese espectador VIP del crimen organizado
La minería ilegal mueve más de 1,200 millones de dólares al año. ¿Cuánto de eso ve el Estado? Cero. Nada. Ni las migas. Eso sí, los políticos bien aceitados con campañas financiadas por el oro sucio, los funcionarios expertos en hacer «desaparecer» expedientes, y los empresarios con máster en lavado de activos siguen haciendo caja libre de impuestos.

¿Y Dina?. Bien, gracias. Probablemente revisando la agenda de sus próximos viajes o afinando el discurso de algún premio a la «democracia» que le darán en otro país que no tiene idea de lo que aquí ocurre.

La gran agencia de empleos criminales (con respaldo gubernamental)
Si hay algo que sí funciona en el Perú es la minería ilegal como generadora de empleo. No hay programa estatal que le compita. ¿Quieres ser sicario? ¿Esclavo moderno? ¿Niño explotado en campamentos infrahumanos? ¿Funcionario corrupto con bono extra? La minería ilegal te da todas las facilidades. Es como LinkedIn, pero sin reglas, sin ética y con un seguro de vida que no cubre absolutamente nada.

Todo esto ocurre bajo la mirada cómplice de un Estado que prefiere hacerse el ciego, el sordo y el mudo. Es más, deberían cambiar el lema patrio de «Firme y Feliz por la Unión» por uno más acorde: «Cómplice y Feliz por la Corrupción».

Soluciones: ciencia ficción peruana
¿Formalización?. ¿Fiscalización real?. ¿Desarrollo alternativo?. ¡Por favor!. Eso queda bonito en PowerPoints y en las conferencias internacionales donde el Perú finge ser un país serio. Aquí la única política de Estado es no hacer nada y dejar que las mafias sigan manejando el negocio como si esto fuera el Viejo Oeste… pero sin sheriff.

Dina Boluarte pasará a la historia no como la presidenta que enfrentó a la minería ilegal, sino como su mejor protectora. Esa que, sin mover un dedo, logró que el crimen organizado se consolide como el verdadero poder económico de varias regiones del país.

Total, mientras los ríos se llenan de mercurio, los bosques desaparecen y las personas son esclavizadas, siempre habrá tiempo para inaugurar alguna obrita menor, dar un discurso hueco o viajar al extranjero a recibir un diploma por «liderazgo democrático». Ironías del Perú.

Porque aquí, en esta tierra de nadie, la minería ilegal tiene pase libre… y Dina Boluarte el pasaporte diplomático al reino de la inacción.

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