El 26 de mayo de 2025 vence el plazo impuesto por el Tribunal Constitucional para que el Estado peruano resuelva la crisis del hacinamiento carcelario. Y como era de esperarse, el plazo se va a vencer, pero la vergüenza no. El gobierno de Dina Boluarte no solo no ha presentado una solución estructural, sino que ha normalizado el colapso penitenciario como parte de su narrativa de “mano dura sin resultados”.
La advertencia del TC es clara: si no se ha hecho nada, seis cárceles del país deben cerrar sus puertas al ingreso de nuevos reclusos. Pero esta decisión, lejos de motivar un plan de acción real, solo ha evidenciado lo que ya muchos sabíamos: no hay decisión política, no hay estrategia, y no hay voluntad alguna para enfrentar el problema de fondo .
Mientras tanto, en El Salvador, Nayib Bukele construyó una megacárcel en seis meses. En el Perú, se está tardado una década para construir una prisión en Abancay y que recién estará lista —con suerte— en 690 días cuando Dina Boluarte ya no esté en el poder.
Del fracaso al fracaso: cinco años de tiempo perdido
En mayo de 2020, el Tribunal Constitucional dictó una sentencia histórica: declaró inconstitucional el hacinamiento penitenciario en las medidas Perú y otorgó cinco años al Estado para tomar integrales. Ese plazo se acaba en semanas.
¿Y qué se hizo?. Lo mínimo. Lo simbólico. Lo que no molesta ni incomoda. El gobierno de turno —incluido el actual— se limitó a discursos, decretos vacíos y promesas que no llegan ni al primer ladrillo. Hoy, seis penales enfrentan un posible cierre parcial:
Chanchamayo (553 % de hacinamiento)
Jaén (522 %)
Callao (471 %)
Camaná (453 %)
Abancay (398 %)
Miguel Castro Castro (375 %)
No se trata de decisiones arbitrarias, sino del resultado directo de la incapacidad estatal para garantizar condiciones mínimas de dignidad humana dentro del sistema penitenciario.
Dina Boluarte: sin plan, sin política, sin pudor
Frente a esta bomba de tiempo, la presidenta Dina Boluarte tuvo una reacción que raya en el cinismo. Desde Palacio de Gobierno declaró: “Prefiero que estén hacinados en las prisiones, que en las calles..”
Más allá del populismo fácil, la frase revela una verdad brutal: el gobierno no tiene ni plan de seguridad, ni política carcelaria, ni estrategia contra el crimen. Solo tiene excusas y eslóganes.
Porque si prefieren prisiones hacinadas es porque no han construido nuevas , ni han reformado el sistema judicial para usar penas alternativas, ni han invertido en resocialización. Y, por supuesto, no han luchado frontalmente contra la delincuencia organizada , que sigue operando desde dentro de los penales con celulares y cómplices, como si nada.
Comparar duelo: Bukele construye cárceles, Boluarte no
El contraste es escandaloso. En El Salvador, el presidente Nayib Bukele —con todas sus polémicas— construyó en solo seis meses una cárcel de máxima seguridad para 40.000 reclusos. En el Perú, se anunció hace más de diez años la construcción de una nueva cárcel en Abancay, y recién se comenzó la obra el año pasado. ¿Cuándo estará lista? Si todo sale bien, entre noviembre y diciembre de 2026. Es decir, cuando Boluarte ya haya salido de Palacio.
¿En serio?. ¿Una década para hacer una cárcel?. ¿Alguien puede por favor pedirle a Bukele que le preste los suyos a Dina Boluarte?. Total, acá nos gusta copiar ideas sin entenderlas, pero al menos serviría para ahorrar tiempo.
Esta lentitud solo puede explicarse por dos cosas: incapacidad crónica o desinterés político . Oh ambas. En lugar de resolver el problema, los gobiernos peruanos han optado por hacer como si no existiera. Hasta que revienta.
Las 69 cárceles del país tienen capacidad para 41.556 personas , pero actualmente albergan a más de 98.000 mil presos. Un hacinamiento del 136% , una de las tasas más escandalosas de la región.
El Estado peruano está en deuda con la justicia, con la seguridad y con la humanidad. El cierre de cárceles por orden del Tribunal Constitucional no es el problema. Es la consecuencia natural de un Estado ausente, negligente y autocomplaciente.
Dina Boluarte no tiene plan. No tiene política penitenciaria. Y, sobre todo, no tiene decisión ni liderazgo para enfrentar la criminalidad con inteligencia y justicia . Su única respuesta ha sido justificar la barbarie con frases vacías y atrasos impresentables.
Mientras tanto, el sistema carcelario se hunde, la delincuencia se reproduce, y la ciudadanía —víctima de ambos— queda atrapada entre el miedo a los delincuentes y la incompetencia de sus gobernantes.
En el país donde construir una cárcel toma más que una presidencia entera, la única fuga que funciona es la del Estado frente a sus responsabilidades .