Cuando la cancha se convierte en campo de batalla. Un penal. Solo eso bastó para encender la chispa de la barbarie. El árbitro Mike Asto cobró una falta en el área a favor de Juventud Bellavista en un partido de la Copa Perú jugado en Trujillo, y segundos después fue agredido brutalmente por los jugadores del equipo Defensor Jerusalén, del distrito de La Esperanza. Lo que siguió fue una escena repetida hasta el hartazgo en este torneo: insultos, empujones, golpes, caos total y un partido que se suspende por falta de garantías. Otra vez.
Lo alarmante no es que haya ocurrido, sino que ya nadie se sorprende . Porque esto no es un hecho aislado, es una constante. La violencia en la Copa Perú es una epidemia que avanza con cada fecha, con cada cobro cuestionado, con cada estadio sin seguridad, con cada árbitro abandonado a su suerte. Este torneo se ha transformado en una jungla , y las autoridades miran al costado como si las agresiones no fueron heridas reales, como si no estuviéramos a un paso de una tragedia irreversible.
Árbitros agredidos, impunidad instalada
Ocurrió el último fin de semana en el estadio Víctor Raúl Haya de la Torre, en La Libertad. A los 43 minutos del primer tiempo, el árbitro sancionó un penal para Juventud Bellavista. El partido iba 0-0. La reacción fue inmediata: los jugadores del Defensor Jerusalén se abalanzaron sobre él, lo insultaron, lo golpearon. Los asistentes de línea también fueron agredidos. Los empujaron, los acorralaron, los amenazaron.
La Policía, que estaba presente, hizo poco y tarde. Apenas pudieron protegerlos dentro de una de las zonas técnicas del equipo rival. El partido se suspendió por falta de garantías. Otra vez. Como tantas otras veces. Y ahora estamos esperando el informe arbitral para ver si sancionan a alguien… o si todo vuelve a empezar la próxima fecha, en otro estadio, con otros agresores.
Este no es un caso aislado. Se han registrado decenas de agresiones similares en los últimos años : árbitros heridos, hinchas invadiendo el campo, jugadores con fracturas, técnicos amenazados con cuchillos. Y nadie hace nada.
La Copa Perú: un torneo sin ley
Lo que se vive en la Copa Perú no es fútbol. Es supervivencia. Es un espectáculo al borde del colapso. Se juega en estadios precarios, sin servicios básicos, sin seguridad real, sin médicos en cancha, sin control de accesos, sin organización. Los árbitros viajan sin protección, los jugadores actúan como si la violencia fuera parte del reglamento y la FPF se limita a emitir comunicados vacíos , como si no fueran los directores responsables de este modelo en decadencia.
La Copa Perú no tiene garantías. No tiene justicia deportiva.
Y si no se detiene, si no se reestructura desde sus cimientos, no pasará mucho tiempo antes de que el país tenga que lamentar una muerte en pleno partido. Esa es la cruda verdad que nadie quiere aceptar. Pero la historia está a punto de escribirlo si no hacemos algo ya.
¿Dónde están los responsables?
La Federación Peruana de Fútbol, hoy más preocupada por sobrevivir a investigaciones por lavado de activos que por organizar el deporte nacional, ha dejado abandonado por completo el fútbol en las regiones . La Copa Perú, que alguna vez fue considerada “la fiesta del fútbol del interior”, es hoy una muestra de lo que ocurre cuando el Estado y la dirigencia le dan la espalda al deporte ya la integridad de las personas.
El IPD tampoco actúa. Los gobiernos regionales, dueños de los estadios, priorizan los conciertos, los mítines o los alquileres privados antes de asegurar condiciones mínimas para el fútbol. La Policía llega con poca gente o nunca. Y los árbitros —verdaderos sobrevivientes— se enfrentan cada semana a multitudes violentas con solo un silbato y una camiseta negra.
La pregunta es clara: ¿cuántos golpes más necesita el fútbol peruano para que alguien reaccione?.
El partido está por terminar… y estamos perdiendo por goleada
El fútbol es un espacio de formación, respeto, justicia y pasión. Pero en el Perú, se ha convertido en un riesgo personal. Mientras las autoridades se escudan en su indiferencia, los árbitros caen, los jugadores se lastiman y el país entero normaliza la barbarie.
La Copa Perú necesita una intervención urgente.
Necesita reglas claras.
Necesita estadios seguros.
Necesita sanciones ejemplares.
Necesita árbitros protegidos e idoneos.
Necesita un nuevo modelo, profesional, justo.
Y si la Federación no puede, no quiere o no sabe hacerlo, entonces que dé un paso al costado. Porque lo que está en juego no es un campeonato, es la vida y dignidad de las personas. El fútbol peruano no puede seguir tolerando la violencia como parte del paisaje. No podemos esperar una muerte en directo para recién encender las alarmas.
Es momento de actuar.
Es momento de decir basta.
Y es momento de devolverle al fútbol lo que el desgobierno le ha quitado: respeto, orden y justicia.