La inseguridad ciudadana en el Perú ya no es una sensación, es una condena. Una condena diaria, constante y temida que no solo te quita el celular o la tranquilidad, sino que destruye el país. Y lo más grave: sus autores no se esconden en calles oscuras ni usan pasamontañas, sino que ocupan cargos públicos, viajan en camionetas blindadas y legislan desde el cómodo aire acondicionado del Congreso y Palacio de Gobierno.
Según la última encuesta de Datum, el pueblo lo tiene clarísimo: el 52% considera a Dina Boluarte la principal culpable del desastre en seguridad , y el 47% apunta al Congreso , ese mismo que legisla a favor de los intereses privados mientras se hacen los ciegos ante la sangre en las pistas. Y por si fuera poco, el 62% cree que las leyes aprobadas en “materia de seguridad” han beneficiado más a los delincuentes que a los ciudadanos.
Esta columna no es un desahogo. Es una advertencia. Porque no hay justicia sin memoria, ni cambio sin responsables.
Mientras la delincuencia organiza su logística como si fueran startups delictivas con gerentes de expansión en cada distrito, el Gobierno sigue estancado en el PowerPoint de la inoperancia. Dina Boluarte cree que gobernar es firmar prórrogas de estados de emergencia cada 30 días, como si eso fuera una poción mágica que ahuyenta al crimen.
¿Resultado?. El 95% de los peruanos opina que con el estado de emergencia en Lima y Callao todo seguirá igual o empeorará . Y tienen razón: más militares en las calles no significan más seguridad, solo más ruido para tapar la incompetencia.
Y mientras el Ejecutivo juega a las estrategias invisibles, el Congreso se encarga de poner la alfombra roja a la impunidad. Aprueban normas que desprotegen a la policía, debilitan la investigación criminal y permiten que cualquier armado delincuente tenga más derechos que su víctima. Porque claro, en este país, el delincuente es “un ser humano con derechos” y el ciudadano de a pie, un estorbo sin importancia.
Lo que revelan estas cifras es devastador:
El 80% del país cree que no hay estrategia de seguridad.
El 86% no se siente seguro en su ciudad.
El 71 % afirma que la inseguridad ha aumentado respecto al año anterior.
Y lo peor: ya no caminamos, nos arrastramos entre miedos.
El 48% evita caminar por su propio barrio o salir de noche.
El 47% ya no contesta llamadas de números desconocidos.
El 19 % ha convertido su casa en una fortaleza con rejas, candados y cámaras.
El Estado, ausente. El miedo, omnipresente. El crimen, en expansión. Y la respuesta política: silencio, cinismo y un rosario de excusas.
No hay otra forma de decirlo: la delincuencia crece porque quienes deberían combatirla la permiten, la usan, o simplemente les queda grande. Dina Boluarte, con su indiferencia, y el Congreso, con su complicidad blindada, son los rostros del fracaso.
Este país ha normalizado vivir con miedo, pero no debemos normalizar que quienes nos prometieron protegernos sean los mismos que han creado las condiciones para que el crimen se sienta en casa.
Lo peor de la inseguridad no es el asalto, es la certeza de que si denuncias, nada pasará. Que si te matan, serás estadística. Que si reclamas, te dirán que hay un estado de emergencia… y luego seguirán con sus Rolex, sus bancadas y sus leyes infames.
La culpa no es del “sistema” ni de “la percepción”, como quieren hacernos creer. La culpa tiene nombres, cargos, firmas y curules. Y si este país quiere cambiar su destino, tiene que empezar a señalar a los verdaderos responsables con nombre y apellido.
Porque mientras no lo hagamos, los que gobiernan seguirán creyendo que ser presidente o congresista es un privilegio… y no una responsabilidad.
¿Y tú, lector?. ¿También dejaste de contestar llamadas, de salir de noche, de creer en el Estado?. Entonces ya lo sabes: no estás paranoico. Estás siendo gobernado por incompetentes.