Don César Acuña Peralta y sus viajes como cancha

Por Edwin Gamboa – Fundador Caja Negra
Mientras el norte del país lidia con asesinatos, pobreza, extorsión y abandono institucional, el gobernador regional de La Libertad, César Acuña, ha decidido que lo prioritario no es gobernar, sino relajarse en su casa de Madrid o en su otra propiedad en Estados Unidos. Porque claro, cuando uno puede escoger entre el caos peruano y la comodidad europea, lo lógico es salir “a donde pueda estar tranquilo”. La gestión regional puede esperar. El descanso del millonario, no.

César Acuña ha vuelto a ser noticia, esta vez no por alguna de sus ya clásicas frases que rozan lo inverosímil, sino por la desfachatez con la que defiende sus viajes al extranjero en plena crisis. Según el propio Acuña, sus viajes “no le cuestan un centavo al Estado” porque, ojo, él mismo paga su camioneta, su chofer y su gasolina. Qué generosidad. Como si el problema fuera el ticket aéreo y no el hecho de abandonar sus funciones en medio de un desgobierno regional que se cae a pedazos.

Y por si no fuera suficiente, justificó sus salidas diciendo que “si una persona tiene la posibilidad, en lugar de quedarse, se va al extranjero”. Palabras textuales. Porque, para Acuña, gobernar parece ser un mal necesario, un trámite que puede ser interrumpido siempre que el clima político se ponga incómodo. Mientras tanto, los ciudadanos de La Libertad enfrentan una de las peores olas de criminalidad del país, como lo demuestra la reciente masacre de 13 trabajadores en Pataz. Acuña, por supuesto, reaccionó como mejor sabe: tomándose un avión.

Pero su irresponsabilidad no acaba en el aeropuerto. Acuña no solo viaja, también protege. Es el escudero silencioso de Dina Boluarte en el Congreso a través de su bancada de Alianza para el Progreso (APP). ¿Censurar al premier Adrianzén tras la tragedia de Pataz? No, gracias. Acuña y sus congresistas prefieren la “estabilidad”. Esa estabilidad donde la impunidad es norma, y el blindaje político se disfraza de prudencia. Porque si el Congreso se mueve demasiado, alguien podría recordar que APP ha sido más útil para blindar que para legislar.

¿Y el caso Yessenia Lozano? Otra joya. Una militante de APP colocada como jefa del Centro de Modalidades Formativas del Congreso, con una fotografía de Acuña decorando la oficina. ¿Nepotismo simbólico? No, solo una “foto” que, según el propio Acuña, no debería escandalizar: “Si fuera la foto de otra persona, nadie diría nada”. En otras palabras, lo que molesta no es el acto, sino el rostro. El egocentrismo institucionalizado como política de Estado. En cualquier país serio, eso sería conflicto de intereses. Aquí, es decoración.

Y todo esto viene acompañado, como siempre, de su infalible libreto populista, ese que combina frases hechas, lógica difusa y una capacidad inigualable de evadir cualquier responsabilidad. Porque Acuña no gobierna: administra su imagen, reparte culpas, se victimiza y repite eslóganes que ni en su propia universidad aprueban. Mientras tanto, La Libertad se desangra. Literalmente.

César Acuña no es solo un gobernador ausente: es el retrato vivo de un modelo político donde el poder se utiliza para proteger, evadir y figurar. Su alianza tácita con Dina Boluarte, su negación a apoyar la censura de un premier cuestionado, sus viajes al extranjero, su afán de decorar oficinas con su retrato y su desprecio por el sentido común revelan el verdadero rostro de una clase política que ya ni siquiera disimula.

Mientras el país se desangra, Acuña pasea. Mientras los ciudadanos exigen justicia y liderazgo, él se refugia en su comodidad transnacional. Y cuando regrese, no faltará quien le pregunte: “¿Qué hizo por La Libertad?”. A lo que, sin duda, responderá con otra frase digna de compilarse junto a sus libros: “Lo importante no es estar, es tener casa donde estar tranquilo”.

Porque para algunos, ser autoridad es tener el cargo. Para otros, es tener responsabilidad. Acuña, evidentemente, solo se quedó con lo primero. Y si el Perú no despierta de este letargo electoral que normaliza la mediocridad, personajes como él seguirán viajando, declarando y posando, mientras los ciudadanos se quedan esperando —como siempre— que alguien gobierne de verdad.

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