El sol peruano es la moneda que más se debilitó en América Latina

Por Edwin Gamboa, fundador Caja Negra
Hasta el sol se está apagando en el Perú. Y no hablamos del cielo, sino de la moneda nacional. Según datos de Bloomberg, el sol peruano fue la moneda más debilitada de América Latina en mayo de 2025, con una depreciación acumulada de -0,29%. En un contexto regional donde otras divisas resisten o se fortalecen, la nuestra cede terreno. ¿Por qué?. Porque la economía real ya empieza a reflejar el desastre político, la falta de liderazgo y el clima de incertidumbre crónica en el que se encuentra el país.

La noticia es técnica, pero el trasfondo es profundamente político. Porque no es casualidad que el debilitamiento ocurra en medio de una crisis de gabinete, una primera ministra sin legitimidad, ministros designados por cuotas partidarias, y una presidenta con apenas 2% de aprobación (Ipsos, mayo 2025).
La moneda cayó. Pero no por el cobre, ni por la Fed, ni por la guerra comercial. Cayó por el desgobierno. Y eso tiene nombre y apellidos.

Quienes defienden el modelo económico peruano suelen señalar sus fortalezas: reservas internacionales robustas, inflación contenida, disciplina fiscal, superávit comercial. Y es cierto. Pero ni la mejor arquitectura técnica sobrevive si la política la dinamita desde adentro.

En mayo, el Banco Central de Reserva del Perú (BCRP) decidió reducir sorpresivamente su tasa de interés de 4,75% a 4,5%, ubicándonos entre los países con tasas más bajas de la región. El resultado: menor atractivo para la inversión extranjera en soles, y una salida progresiva de capitales hacia mercados más estables. La medida puede tener sustento macroeconómico, pero el timing fue desastroso, porque coincidió con la renuncia del premier Gustavo Adrianzén, el reemplazo de Salardi por Pérez-Reyes en el MEF, y la confirmación de que la presidencia no tiene control ni dirección.

Como señaló Ernesto Revilla, economista jefe para América Latina de Citi: “El ruido político empieza a contaminar la economía real, afectando la confianza y la inversión.”
Y no se equivoca. Cuando el mercado ve que los ministros se nombran por cuotas políticas, como en el caso de César Acuña controlando tres carteras (Salud, Transportes y Economía), lo que se percibe es que la política pública se decide como si fuera una agencia de empleo, no una estrategia de país.

Y lo más indignante es la normalización. A estas alturas, que la moneda se debilite por el desgobierno ya no sorprende. Que los inversionistas duden, tampoco. Que el Perú tenga un gabinete reciclado, con nombres que responden a intereses partidarios antes que a objetivos técnicos, se ha convertido en la regla. ¿Cómo puede sostenerse una moneda si el país se conduce como un barco sin capitán, sin brújula y con tripulación impuesta por mafias parlamentarias?.

El economista Jimmy Astocóndor, de la Pacífico Business School, ha dicho que “las movidas políticas ya son costumbre” y que eso ha evitado que los mercados reaccionen con pánico. Pero esa “costumbre” es justamente el problema. La resignación no es una política económica. Es una advertencia. Y los datos de mayo ya muestran que la paciencia también tiene un límite.

El debilitamiento del sol no es una anécdota monetaria. Es el síntoma de una enfermedad estructural: el desgobierno. Y no importa cuántas reservas tenga el BCRP, ni cuántos tratados comerciales firmemos, ni cuántos informes técnicos tranquilicen a los bancos de inversión. Porque cuando el país está gobernado por una presidenta sin credibilidad, un Congreso fragmentado y tóxico, y un gabinete armado por cuotas partidarias, la economía empieza a ceder. Y el mercado lo huele.

Los fundamentos macroeconómicos no flotan en el vacío. Se sostienen sobre la confianza, la institucionalidad y el sentido de futuro. Y hoy, el Perú no ofrece nada de eso. Lo único que ofrece es ruido, improvisación y una presidenta que no manda, que delega el poder en operadores sin legitimidad y que sobrevive gracias a pactos de impunidad.

Reflexión
No es solo el sol el que cae. Es la confianza. Es la credibilidad. Es la idea de que el Perú puede seguir creciendo mientras todo lo demás se hunde. Y si seguimos normalizando el desgobierno, si seguimos aceptando que la política se reduzca a cuotas y blindajes, si seguimos creyendo que la economía va por un carril distinto, entonces un día despertaremos sin reservas, sin moneda y sin país.

Y ya será tarde para reclamar por qué no hicimos nada cuando el sol empezó a apagarse.

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