Por Edwin Gamboa, Fundador Caja Negra
¿Se imaginan a Barcelona jugando sin público en el Camp Nou por culpa de un grupo de hinchas exaltados?. ¿O a la Juventus pagando una multa mientras se le impide jugar en su estadio por una discusión en la tribuna?. Inconcebible. Pero en el Perú ocurre. El caso reciente de Universitario de Deportes, sancionado con el cierre de su estadio y una multa económica por un altercado menor, expone una verdad incómoda: las bases del campeonato nacional siguen ancladas en el pasado, aplicando castigos colectivos que castigan más que corrigen, y una lógica disciplinaria que retrasa al fútbol nacional mientras el mundo avanza.
La Comisión Disciplinaria de la Federación Peruana de Fútbol (FPF) ordenó que el partido entre Universitario y Sporting Cristal, uno de los más esperados del Torneo Apertura, se juegue sin público. El motivo: un grupo reducido de hinchas increpó a jugadores tras la derrota ante Alianza Atlético. Además, impuso al club crema una multa de seis UIT. La respuesta del club fue inmediata y frontal: calificaron la medida de “desproporcionada”, y exigieron la destitución del presidente de la Comisión, Miguel Grau.
Pero el verdadero problema no es la sanción puntual, sino el sistema que la permite. La FPF aplica castigos colectivos por hechos individuales, opta por cerrar estadios en vez de identificar responsables, y continúa aplicando una normativa disciplinaria que ni previene ni corrige: solo castiga por inercia. Mientras las ligas modernas apuestan por sancionar con precisión, aquí seguimos castigando a todo un club, a toda una hinchada y al propio espectáculo por la conducta de unos pocos.
¿Hasta cuándo el fútbol peruano será víctima de sus propias bases arcaicas?. ¿Por qué las reformas reglamentarias solo se aplican cuando convienen?. La FPF ha demostrado que puede modificar las bases del torneo cuantas veces le plazca: para cambiar el sistema de descenso, para alterar el fixture, para flexibilizar licencias de clubes. Pero cuando se trata de evolucionar en justicia deportiva, permanece inmóvil.
Y el perjuicio es enorme. El cierre del Monumental representa una pérdida económica incalculable para Universitario: taquilla, auspiciadores, imagen institucional y conexión con su afición. Además, rompe el principio del fair play económico. ¿Por qué debe asumir el club entero un castigo?.
La Comisión Disciplinaria actúa con una lógica autoritaria, y lo hace sin dar herramientas a los clubes. Como señaló el administrador Jean Ferrari: “No entrega ni una sola herramienta para solucionar, y las consecuencias serán peores”. Tiene razón. Solo sanciones automáticas, unilaterales, desproporcionadas y sin mecanismos de prevención eficaces.
Y no, esto no ocurre en las grandes ligas del mundo. En la Premier League, LaLiga, la Bundesliga o la Serie A, el cierre de estadios es el último recurso. Antes se agotan todas las herramientas modernas: vetos individuales, multas personalizadas, sanciones escalonadas. Aquí, en cambio, seguimos aplicando el mismo guion del siglo pasado. Y así queremos competir internacionalmente.
El castigo a Universitario es solo la punta del iceberg. El verdadero problema es un modelo disciplinario anacrónico, que castiga sin construir, sanciona sin corregir y se escuda en unas bases de campeonato que deberían haber sido revisadas hace años. Mientras el mundo del fútbol evoluciona, la FPF administra como en los noventa.
Es momento de dejar de improvisar sanciones y empezar a planificar soluciones. La FPF debe convocar a una revisión profunda del reglamento disciplinario y abrir el debate a clubes, especialistas, periodistas y sociedad civil. No se trata de defender la impunidad, sino de construir un modelo justo, moderno y funcional.
Porque el fútbol peruano merece justicia, no autoritarismo. Y porque sin reglas modernas, sin bases inteligentes y sin visión de futuro, seguiremos condenados al atraso. La pelota ya no está en la cancha: está en la FPF. Y si no la juegan bien, que nadie se sorprenda cuando el resultado vuelva a ser el mismo: derrota.