Según prensa francesa:Boluarte es la más impopular del planeta

Por Edwin Gamboa, Fundador Caja Negra
Hay mandatarios que marcan historia por sus reformas. Otros, por sus guerras. Y luego está Dina Boluarte, que ha logrado lo impensable: convertirse en la autoridad con menor aprobación del planeta. No lo dice un sector radical. No lo dice la oposición. Lo dice Francia. Y lo gritan las encuestas: solo el 2% de peruanos aprueba su gestión, según Ipsos. El resto —98%— se debate entre el rechazo, la decepción o la pura rabia. Un récord mundial. Una vergüenza internacional.

Le Parisien y RTL, dos de los medios más reconocidos de Francia, lo dijeron sin ambages: Dina Boluarte es la presidenta más impopular del mundo. Y lo dijeron con nombre, cifras y contexto. Ni Emmanuel Macron, con su polémica reforma de pensiones, ni Netanyahu con su guerra, se acercan al nivel de descrédito que ostenta quien hoy ocupa Palacio. Dina se ha ganado ese trono de deshonra con Rolex, bisturí, represión y una desconexión institucional que ya parece patológica.

El reportaje internacional recoge todo lo que en el Perú ya huele a podredumbre: una aprobación de apenas el 2%, una desaprobación del 94% (según Datum), un historial de escándalos que se actualizan por semana. Desde las más de 60 muertes en protestas no esclarecidas, pasando por los relojes de lujo “prestados”, las joyas de miles de dólares que nadie sabe de dónde salieron, hasta el bisturí presidencial en plena crisis nacional, mientras medio país ardía por el desgobierno.

Y no lo decimos desde el calor de la indignación. Lo dijo la prensa gala con ese sarcasmo elegante que duele más: “Difícil encontrar una opinión peor”, escribieron. The Intercept la llamó “la autoridad menos querida del planeta”. RT fue más frontal: “La presidenta más impopular del mundo está en Latinoamérica”. Y Jo-Marie Burt, de WOLA, fue breve y contundente: “A nadie le gusta Dina”. Y es cierto. Solo su círculo más cerrado —o su círculo más beneficiado— se atreve a aplaudir.

Mientras tanto, Boluarte sigue su rutina de desconexión con aire acondicionado. Hospedajes cinco estrellas en sus giras, como el NH Collection Roma, donde una noche cuesta más que el sueldo mínimo de tres peruanos. Gastos reservados, asesores, guardaespaldas y cirugías, todo con fondos públicos, mientras miles de peruanos mueren esperando una cama en EsSalud o son asesinados por extorsionadores en las calles sin ley.

Pero lo que más alarma no es lo que hace, sino lo que no hace. No habla. No responde. No propone. No lidera. Solo sobrevive. Se aferra al cargo mientras las bancadas de Fuerza Popular, APP y Renovación Popular la blindan a cambio de cuotas de poder. Y ella, lejos de gobernar, se limita a resistir. Como si resistir fuera un mérito. Como si tener 2% de aprobación fuera un detalle anecdótico. Como si la presidencia le perteneciera por decreto divino, y no por pacto democrático.

Su carta de presentación en el extranjero no es una política pública ni una reforma histórica. Es un compendio de escándalos. Es una larga lista de excesos, abusos, represión, joyas y silencio. Ha puesto al Perú en el mapa, sí, pero como el país con la presidenta más rechazada del mundo.

Y mientras el mundo se pregunta cómo sigue en el cargo, la pregunta que nos toca a nosotros, como ciudadanos, es más dolorosa: ¿cómo es posible que lo sigamos permitiendo?.

Dina Boluarte no gobierna. Dina sobrevive.
Y lo hace sostenida por el miedo, el blindaje y la resignación. Pero la historia no es ciega. La historia no olvida. La historia no se maquilla. Ni siquiera una nariz retocada podrá evitar oler el final cuando este se acerque.

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