Por Edwin Gamboa, fundador de La Caja Negra
En el Perú, la autocrítica es un bien escaso. Pero esta vez, por primera vez en mucho tiempo, hay un dato que sacude el espejo: el 89% de peruanos admite que tenemos malas autoridades porque no sabemos elegir bien. Así lo revela el estudio “¿Cómo vota el Perú?.” elaborado por Arellano Consultoría para Crecer y presentado en RPP. El dato es demoledor. No apunta al Congreso, ni a los partidos, ni a las mafias políticas. Apunta al ciudadano. A nosotros. Y nos deja un mensaje brutal: si estamos como estamos, es porque seguimos votando como siempre.
Durante años, hemos culpado a “los políticos”, a “los corruptos”, a “los mismos de siempre”. Pero lo que este estudio nos lanza a la cara es una verdad incómoda: los mismos de siempre están ahí porque nosotros los pusimos. Peor aún, los reelegimos. Y más grave aún: lo hicimos sin pensar.
El estudio de Arellano expone un patrón de irresponsabilidad cívica. Solo el 38% considera que elegir al presidente es una acción crucial para el país. El resto lo toma como trámite. Y si no fuera obligatorio, probablemente ni irían. Pero esa apatía tiene consecuencias. Elegimos congresos que se blindan. Presidentes que mienten. Autoridades que desfalcan. Y todo empieza en la urna.
Lo más dramático es la forma en que decidimos. El 9% define su voto el mismo día. El 28% lo hace una semana antes. El 30%, un mes antes. ¿Votar por quien dirigirá el país es menos importante que elegir un celular?. Según Arellano, sí. Lo demostró en su libro “Votar y Comprar”: la gente investiga más para cambiar de plan de datos que para elegir al próximo jefe de Estado.
Y lo peor: el 76% de los peruanos no se siente responsable si el candidato que ganó no fue su elección. Como si la democracia fuera un delivery con derecho a reclamo solo si pagaste por el producto. Como si ser ciudadano consistiera en lavarse las manos al perder, y exigirlo todo al ganar.
El problema no es solo estructural. Es cultural. Es mental. No entendemos que el voto es poder. Que votar mal es dispararse al pie. Que elegir a cualquiera por rabia, por TikTok, por un jingle pegajoso, es hipotecar el país entero. Arellano lo dice con claridad: si votamos igual que antes, la crisis que viene será peor. Más profunda. Más corrosiva. Más irreversible.
El 12 de abril de 2026 será una elección crucial. Se definirá no solo al nuevo presidente, sino a senadores y diputados. Se definirá si el país sigue hundiéndose o al menos intenta salir del pantano. Pero si seguimos actuando con la misma ligereza, con la misma ceguera, con la misma indolencia, no solo no vamos a crecer. Vamos a rompernos. Y esta vez, no habrá nadie más a quien culpar.
El 89% de peruanos ya lo admite: elegimos mal. Lo que sigue es preguntarse qué vamos a hacer con ese dato. Podemos repetir el error, como siempre. Votar por el “menos malo”, por el que regala polos, por el que grita más fuerte, por el que nos cae simpático. O podemos empezar a actuar como ciudadanos adultos, no como consumidores confundidos en una feria de promesas.
Las Elecciones de 2026 no son un trámite. Son un punto de quiebre. O corregimos, o colapsamos. Porque elegir no es solo marcar un nombre. Es asumir una responsabilidad. Por el país, por los nuestros, por nosotros.
El tiempo de echarle la culpa al resto se acabó.
La próxima crisis no vendrá sola. La traeremos con nuestro voto. O con nuestra falta de conciencia.