Por Edwin Gamboa, fundador Caja Negra
Mientras las grandes federaciones deportivas sudamericanas siguen repitiendo viejos esquemas, dos íconos del fútbol mundial han decidido construir algo distinto, desde abajo y con visión. Luis Suárez y Lionel Messi, compañeros de goles y leyenda, no han fundado simplemente un nuevo equipo. Han encendido una señal de cambio. Deportivo LSM no es solo una sigla: es un mensaje al sistema, una propuesta alternativa, un intento de mostrar que el fútbol también puede nacer del afecto, del compromiso y del deseo de dejar huella más allá de la cancha. ¿Será este el inicio de una nueva forma de hacer fútbol en Sudamérica?.
La noticia sacudió a la región: Messi y Suárez, actuales jugadores del Inter Miami, han oficializado la creación del club Deportivo LSM en Uruguay. Lo que comenzó como un sueño familiar de Suárez en 2018 se ha transformado, con la llegada del astro argentino, en una institución que ya cuenta con más de 3.000 socios, infraestructuras deportivas y una visión clara: competir, formar y transformar.
No es una aventura de marketing, ni un club boutique como otros surgidos en el norte global. Es una apuesta seria y sostenida, con base en el Complejo Suárez en Ciudad de la Costa, a 20 km de Montevideo. Allí, niños, niñas y adolescentes acceden a formación deportiva integral, en un entorno impulsado por valores familiares, profesionalismo y visión de largo plazo. Un ejemplo de descentralización real en un país donde los clubes grandes concentran el poder y los recursos.
Pero más allá de los ladrillos y las camisetas, el verdadero potencial de LSM radica en su mensaje: dos de los futbolistas más laureados del siglo XXI invierten tiempo, prestigio y recursos para construir desde el sur. No desde un palco de Champions ni desde los despachos de la UEFA. Desde Uruguay. Desde la base.
¿Por qué esto importa? Porque en un continente donde el fútbol es pasión, identidad y movilidad social, muchas veces las dirigencias lo usan como botín político o comercial. Messi y Suárez, en cambio, devuelven. Invierten. Inspiran.
El club no busca reemplazar a los históricos, sino enriquecer el ecosistema. En lugar de atarse a la nostalgia de glorias pasadas, apuestan por el futuro: infraestructura moderna, valores compartidos y una escuela de fútbol que puede convertirse en referencia metodológica si se gestiona con la misma seriedad con la que ambos jugaron finales del mundo.
Y es aquí donde se abre el debate incómodo: ¿qué están haciendo las federaciones, confederaciones y dirigentes del fútbol sudamericano mientras surgen iniciativas como esta? ¿Siguen encerrados en debates reglamentarios, en favoritismos de pasillo, en estructuras obsoletas que alejan al fútbol de su gente?
¿Acaso no es hora de actualizar modelos de gestión, abrir paso a nuevos liderazgos, democratizar la formación y crear condiciones reales para que más clubes como el LSM florezcan en América Latina?
Porque si bien aplaudimos la iniciativa, no podemos olvidar que no todos los proyectos nacen con el padrinazgo de dos leyendas vivas. Por eso, este club debe ser también una plataforma para pensar políticas públicas, alianzas con universidades, inversión privada con sentido social y, sobre todo, una reforma profunda de los organismos que controlan nuestro fútbol.
El Deportivo LSM es una esperanza con balón. Es el símbolo de lo que puede surgir cuando el fútbol se piensa con visión, amistad y compromiso con la comunidad. Pero también es una bofetada para las dirigencias que, durante décadas, han desaprovechado el potencial de miles de jóvenes por falta de planificación, por desinterés o por pura negligencia.
Messi y Suárez no solo fundaron un club: plantaron una semilla. Y el reto es que no se quede en anécdota. Que crezca, que inspire y que obligue a los que toman decisiones en el fútbol a dejar de vivir en el pasado. Porque si dos cracks se animaron a hacerlo, ¿cuál es la excusa de los que llevan años sentados en el poder?.
La pelota ahora está en la cancha de las autoridades, de los patrocinadores, de los educadores, de las federaciones. Que no digan que no sabían que había otra forma de hacer fútbol. El Deportivo LSM lo está demostrando. Con talento, sí. Pero también con valores.