Entrevista: Martha Hildebrandt habla de César Acuña

Entrevista exclusiva desde la eternidad lingüística. Por Capibara, periodista silvestre, libre y sin dueño

Desde una biblioteca celestial donde cada tilde está en su sitio, los participios concuerdan con el sujeto y el diccionario no se prostituye, la eterna defensora del idioma, Martha Hildebrandt, nos recibe.

Académica implacable, cultora del castellano, y, sin duda, una mujer que se retorcería en su lápida cada vez que César Acuña abre la boca en señal de liderazgo. O algo que él cree que es liderazgo.

Capibara, sin miedo a los gerundios mal usados, se sentó frente a doña Martha, le mostró algunas frases memorables de Acuña como “estamos preparados para improvisar” o “el país necesita libros que se lean”… y simplemente dejó que hablara. El resultado: una clase magistral de sarcasmo filológico y un testimonio demoledor sobre el estado actual de la política, el lenguaje y el descaro sin acento.

Capibara:
Doña Martha, gracias por recibirnos desde la eternidad. Necesitamos su opinión sobre un personaje que pone a prueba las leyes del lenguaje con cada frase: César Acuña Peralta.

Martha Hildebrandt:
(Ajustándose las gafas con furia ortográfica)
¿Ese señor que confunde verbo con adorno? ¡Sí, claro! A veces pienso que su diccionario personal fue escrito por una licuadora. Lo que él hace con el idioma no es creatividad… es vandalismo semántico.
Y lo peor no es que cometa errores: lo peor es que cree que está diciendo algo profundo. Esa combinación de ignorancia con aplomo… ¡es más letal que una tilde mal colocada en un examen de admisión!

Capibara:
Ha dicho frases como: “Estamos preparados para improvisar”. ¿Qué le inspira eso?

Martha Hildebrandt:
Un colapso nervioso. Eso es como decir: “he estudiado para no saber”.
La improvisación no se prepara, y si se prepara… ya no es improvisación. Pero bueno, en su lógica todo es posible: incluso plagiar libros y seguir hablando de educación como si nada.
Acuña ha creado su propio dialecto: el acuñismo, una variedad lingüística donde la coherencia entra pero no sale.

Capibara:
También ha dicho: “El país necesita libros que se lean”.

Martha Hildebrandt:
Ah, la filosofía profunda del pleonasmo. Claro, porque hasta antes de él pensábamos que los libros eran para decorar repisas.
Mire Capibara, yo defendí este idioma en el Congreso, en la Academia, en las calles si era necesario. Pero frente a Acuña, el idioma se rinde, se acuesta en posición fetal y llora en silencio.

Capibara:
De hecho, tiene un repertorio notable: “¡Un millón de soles es bastante plata, aunque parezca mentira!”, “Voy a hacer el mejor hospital de salud”, “Lo que dije, lo dije”, “Las mujeres serán mujeres”… ¿Cuál de todas estas joyas la ha dejado más impactada?

Martha Hildebrandt:
Todas son tragedias gramaticales con pretensión de aforismo. Pero mi favorita, si me permite el sarcasmo, es esa célebre: “Hoy estamos aquí, porque estamos aquí”.
Con ese tipo de frases, uno no sabe si reír, llorar o prenderle una vela al Diccionario de la Real Academia. Son estructuras que parecen salir de un sorteo de palabras al azar, y lo peor es que las dice convencido de que está dejando una lección. ¡Eso es lo fascinante y lo devastador!
Acuña no habla: Acuña improvisa la gramática como quien ensaya un idioma que no domina, pero igual exige respeto.

Capibara:
¿Le sorprende que, pese a todo, haya sido gobernador, candidato presidencial y dueño de una universidad?

Martha Hildebrandt:
No me sorprende. Me confirma algo que siempre temí: en este país, la ignorancia bien financiada es una carrera política rentable.
No es solo él. Es el sistema que lo premia. El votante que lo justifica. El entorno que lo reproduce. El problema no es que él no sepa hablar. El problema es que hay quienes aplauden cuando lo hace. Eso, querido Capibara, ya no es lingüística. Es patología nacional.

Capibara:
¿Cree que representa una amenaza al lenguaje?

Martha Hildebrandt:
Acuña no amenaza al lenguaje. Lo secuestra, lo mutila, lo maquilla con PowerPoint y luego lo lanza en conferencias de prensa.
Es como si cada vez que habla, la Real Academia Española perdiera una vocal.
Y no solo es el lenguaje: es la banalización de lo público, del conocimiento, de la cultura. Él no comunica: él distribuye sonidos con entusiasmo.

Capibara:
¿Tiene alguna recomendación final para los ciudadanos que podrían volver a votar por él?

Martha Hildebrandt:
Sí: Lean. Piensen. Y luego lean otra vez.Porque votar por quien no puede construir una oración simple… es renunciar a construir un país complejo. Y si alguien les ofrece gobernar pero no puede hilar tres ideas seguidas sin atropellar la lógica, el idioma y la decencia… corran. La política necesita líderes que piensen. Y si no piensan, por lo menos que no hablen tanto.

Martha Hildebrandt ha hablado. Y cuando una mujer que dedicó su vida a defender la lengua analiza a César Acuña, lo que queda no es un diagnóstico… es una autopsia gramatical.
Porque no se trata solo de errores lingüísticos: se trata de un síntoma político.
Acuña no es un accidente: es el producto de un país que aplaude la improvisación, compra el plagio disfrazado de mérito y pone en la urna más fe que criterio.

Desde el rincón de la gramática digna, donde aún se respetan las comas y el sentido común, les reportó Capibara: periodista silvestre, libre y sin dueño.
Me despido con una certeza más firme que un punto final:
Si el idioma pudiera votar… Acuña no pasaba de la primaria.

Nos vemos en la próxima entrega de La Caja Negra, donde las palabras aún significan algo… aunque algunos políticos insistan en lo contrario.

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