Por Edwin Gamboa, fundador Caja Negra
Mientras medio país sobrevive a punta de arroz con huevo y el otro medio teme salir a la calle por miedo a un asalto, hay un lugar en el Perú donde los manjares no escasean: el Palacio de Gobierno. Allí, cada miércoles, los ministros se sientan a deliberar sobre el rumbo del país con la barriga llena y el corazón contento, gracias a una caja chica que podría pasar por el delivery más exclusivo del Estado. Refrigerios, almuerzos, postres, pedidos especiales: todo cubierto con fondos públicos. Porque si algo no se negocia en este desgobierno, es el derecho constitucional al postre.
El programa Cuarto Poder reveló documentos oficiales que detallan cómo la caja chica del despacho presidencial sirve para satisfacer los antojos semanales de la presidenta Dina Boluarte y su Consejo de Ministros. Mientras el país enfrenta incendios forestales, inseguridad ciudadana, protestas sociales y una economía al borde del colapso, en Palacio se sirve comida china, lomo fino, torta tres leches y empanadas artesanales.
Ejemplo: el 25 de septiembre de 2024, mientras el país ardía literalmente por incendios, el gabinete se reunió en el COEN. El refrigerio inicial costó 688 soles. Pero a las 2:14 p.m. se antojaron algo más dulce: empanadas, alfajores y brownies por 747 soles. Total del día: más de 1,400 soles en un banquete de emergencia nacional.
Cinco días después, nueva sesión, nuevo antojo. Esta vez: pollo a la brasa por 719 soles, sumado a 881 soles en insumos. Al día siguiente, comida china. El menú de la semana haría sonrojar al mejor buffet limeño.
Y no olvidemos la famosa frase de Boluarte: «con 10 soles hacemos sopa y postre». Tal vez, pero en Palacio hacen sopa, postre y banquete, con dinero que sale de los impuestos de quienes apenas sobreviven con 10 soles al día. En enero de 2023, mientras el país hervía en protestas, se compraron 30 porciones de chicharrón por 597 soles. Días después, otras 35. En paralelo, dos pollerías cobraban 1,383 soles por pollo a la brasa. Que no falte la proteína, aunque falte la gobernabilidad.
El colmo llegó cuando, mientras escolares comían conservas con carne de caballo, los ministros disfrutaban lomo fino. Postre incluido: dulces por 174 soles, torta de guanábana en diciembre, tortas tres leches en marzo. Todo acompañado de conferencias de prensa y labios relucientes.
El abogado José Trelles, experto en contrataciones del Estado, ha sido claro: la caja chica debe usarse para emergencias, no para menús planificados. Usarla como fondo gastronómico desvirtúa su finalidad y burla los controles. Pero a estas alturas, el control no es lo que sobra.
El Consejo de Ministros respondió que, desde febrero, los almuerzos ya no se pagan con fondos públicos. Es decir, aceptan implícitamente que durante todo el 2023 y parte del 2024, sí lo hicieron. La transparencia llega cuando ya nadie tiene hambre. El daño ya está servido.
En un país donde reina la inseguridad, la pobreza y la desconfianza, el menú del poder es una ofensa servida en fuente de plata. No se trata de almuerzos: se trata de prioridades. Mientras el pueblo ayuna, el poder digiere. Mientras las escuelas colapsan, los ministros celebran. Y mientras el Estado se desmorona, en Palacio siguen brindando… con torta tres leches.
La verdadera caja chica no está en Palacio: está en la moral del gobierno. Y está vacía.