Por Edwin Gamboa, fundador Caja Negra
En el Congreso del Perú la creatividad no descansa. Si alguna vez pensaste que la “semana de representación” era ese momento en que los congresistas volvían a sus regiones para escuchar a la población, ahora sabemos que estabas equivocado: era, en realidad, un ensayo general para su próxima campaña electoral. Y ahora, gracias a la Comisión de Constitución, ese simulacro ya se puede hacer con luces, micrófonos, banderolas y propaganda incluida.
Fernando Rospigliosi, siempre atento a las necesidades de la república —es decir, del hemiciclo—, ha presidido la aprobación exprés de una norma que autoriza a los parlamentarios a “expresar, defender y promover” sus posturas políticas y partidarias durante sus funciones sin que ello constituya una falta. Una jugada maestra para blindar no al país, sino sus candidaturas.
Bajo el argumento de «optimizar el ejercicio de los derechos políticos», el Congreso acaba de habilitarse una pista exclusiva para hacer campaña sin bajarse del carro oficial. Es decir, podrán ir a inaugurar postes, ofrecer obras, dar discursos partidarios, subir videos a TikTok y sacarse selfies con abuelitas, todo con viáticos, chofer y seguridad incluidos. Qué hermoso es hacer campaña con presupuesto ajeno.
¿Y el principio de neutralidad? Ese molesto obstáculo burocrático ya no aplica. Ahora los congresistas podrán “promover sus posiciones ideológicas” siempre que no coincida con una sesión del Pleno o de comisión. Es decir, mientras el país espera leyes que sirvan para algo, nuestros parlamentarios estarán muy ocupados regalando polos con logo y prometiendo el oro y el moro.
Especialistas en derecho electoral ya advirtieron que esto podría derivar en uso indebido de recursos públicos y abriría la puerta al proselitismo encubierto. Pero en la lógica del Congreso eso se llama “servicio a la nación”. Así, mientras el Estado debería ser árbitro imparcial en los procesos electorales, ahora será auspiciador, chofer y escenógrafo de los candidatos con curul.
No olvidemos que esta propuesta fue presentada en plena campaña electoral, votada en tiempo récord y sin mayor discusión técnica. Una vez más, el Congreso legisla a su medida, sin preocuparse por el fondo democrático ni por guardar las formas. Porque si algo caracteriza al actual Parlamento es su habilidad para aprobar cualquier cosa… menos lo que necesita el país.
Y en caso de que alguien se atreva a denunciar irregularidades, ya se está cocinando la defensa: “No es proselitismo, es representación ideológica”. Frase digna de incluirse en el nuevo glosario de eufemismos parlamentarios, junto a “vacancia constructiva”, “cuestión previa salvadora” y “visitas protocolares con tragos incluidos”.
Mientras los ciudadanos sobreviven entre extorsiones, inflación y servicios colapsados, sus representantes se aseguran el camino libre para sus próximas campañas. La neutralidad ha muerto, pero descansa con viáticos. La semana de representación, esa que debería conectar al Congreso con el pueblo, se ha convertido en una pasarela electoral de impunidad y descaro.
Y así, una vez más, el Congreso demuestra que no necesita enemigos: basta con dejarlo solo para que legisle en favor de sí mismo. Porque en el Perú, la representación popular se ha transformado en representación personal, y la democracia, en un monólogo con micrófono, auspiciadores y reelección.
Prepárese, querido elector. Pronto llegará a su plaza el congresista de siempre, con su camiseta nueva, su sonrisa de campaña y su combo legislativo: discurso, selfie y promesa. Todo, por supuesto, financiado por usted. No es campaña, es representación. Y usted, otra vez, el representado de utilería.