Por Edwin Gamboa, fundador Caja Negra
Mientras el país enfrenta una crisis de inseguridad sin precedentes, la presidenta Dina Boluarte emprende su tercer viaje internacional en dos semanas. La desconexión del Gobierno con la realidad nacional es total.
El Congreso autorizó esta el viaje de la presidenta Dina Boluarte a Francia para asistir a la III Conferencia de Naciones Unidas sobre el Océano (UNOC3). Será su tercer viaje internacional en apenas quince días, tras haber visitado el Vaticano y Ecuador. Con 50 votos a favor, 32 en contra y 2 abstenciones, el Legislativo le dio luz verde para salir del país entre el 7 y el 11 de junio, en medio de una crisis interna que no da tregua: asesinatos, extorsiones, regiones controladas por el crimen organizado, policías sin viáticos y una población que ya no se siente segura ni en su propia casa.
La presidenta de la República tiene responsabilidades internacionales, sí. Pero su prioridad —hoy más que nunca— debería estar en el Perú real, ese que sangra, ese que llora, ese que grita por seguridad, justicia y liderazgo. Esta editorial sostiene que el viaje a Francia no solo es inoportuno, sino que evidencia la profunda desconexión del Ejecutivo con las urgencias nacionales. El Gobierno prefiere la diplomacia de fotos antes que enfrentar el caos interno con soluciones claras, efectivas y sostenibles.
- Tres viajes, cero respuestas
En menos de tres semanas, Dina Boluarte ha salido del país tres veces. Visitó el Vaticano, donde fue recibida por el papa León XIV. Luego, asistió a la asunción de mando del presidente ecuatoriano Daniel Noboa. Ahora se dirige a París. En paralelo, el Perú vive su peor ola de violencia en décadas: bandas criminales controlan territorios como Pataz, el sicariato cobra vidas a plena luz del día, y la extorsión asfixia a emprendedores, comerciantes y transportistas en todo el país.
¿En qué momento se convirtió en normal que un presidente salga del país mientras el suyo se cae a pedazos?.
- El Congreso: cómplice por omisión
El Congreso, con su ya habitual mayoría funcional, aprobó el viaje sin mayor reparo. Lo hizo con la misma liviandad con la que legisla para sus propios intereses y se olvida de ejercer un verdadero control político. Algunos parlamentarios incluso solicitaron ser parte de la comitiva oficial para “acompañar” a la presidenta, lo que evidencia que el apetito por el turismo parlamentario no ha cambiado. En tiempos de austeridad y emergencia, los viajes al extranjero siguen siendo vistos como privilegios, no como misiones diplomáticas con resultados concretos. - Un país sin vicepresidencia, sin rumbo y sin presencia
Boluarte gobierna sin vicepresidente desde el inicio de su mandato, por lo que seguirá “a cargo” del despacho presidencial mediante canales digitales. ¿Qué significa eso realmente? Significa que gobernar se ha vuelto una formalidad virtual. En plena era del desgobierno, el Ejecutivo ha optado por ejercer su función a través de Zoom mientras la población clama por presencia en el territorio. No hay liderazgo territorial, ni gabinete activo en campo, ni un plan integral contra la inseguridad. - La desconexión institucional como política de Estado
El premier Eduardo Arana y la Cancillería justifican el viaje como parte de una “política de Estado” y afirman que se obtendrán “buenas noticias”. Pero esas noticias no alimentan a los niños del Vraem, no curan a los policías heridos en la selva, ni protegen a las víctimas de extorsión. El Perú necesita políticas públicas, no comunicados diplomáticos. Y necesita un Gobierno que esté presente, activo y comprometido con su gente, no con la pasarela internacional.
Se dirá que el viaje es importante para afianzar relaciones bilaterales, que Macron apoyó el ingreso del Perú a la OCDE, y que se abordarán temas relevantes como el crimen organizado. Pero las relaciones internacionales no pueden sustituir la responsabilidad inmediata con la ciudadanía. Ningún discurso internacional puede justificar el abandono cotidiano. El país no necesita más compromisos futuros; necesita respuestas ahora.
El viaje de Dina Boluarte a Francia es mucho más que una salida diplomática. Es un símbolo. Un símbolo de la desconexión. Un símbolo del silencio frente a la emergencia. Un símbolo de la priorización de lo lejano frente a lo urgente. Mientras los líderes del mundo discuten los océanos, el Perú se hunde en tierra firme.
Desde esta editorial, exigimos al Ejecutivo asumir con seriedad la agenda interna del país. Exigimos que se suspendan los viajes que no tengan impactos inmediatos para la seguridad y estabilidad de la nación. El pueblo no puede seguir esperando mientras sus líderes hacen maletas.