Por Edwin Gamboa, fundador Caja Negra
Mientras el país se tambalea entre extorsiones, balaceras, desempleo y ranking empresariales que nos colocan entre los peores lugares del planeta para hacer negocios, nuestra presidenta se alista para abordar un vuelo internacional más. ¿El destino? Niza, Francia. ¿El motivo? Cuidar los océanos. ¿El contexto? Un país sumido en la tormenta y una mandataria a la deriva, más enfocada en su agenda exterior que en apagar los incendios internos.
Del 7 al 11 de junio, Dina Boluarte participará en la Tercera Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Océano (UNOC3), un evento importante, sí, pero no tan urgente como la inseguridad y el desgobierno que azotan al país. Para asistir a esta travesía marítimo-burocrática, el Estado desembolsará casi 150 mil soles solo para cubrir pasajes y viáticos de siete funcionarios, entre los que se encuentra la fiel asesora técnica Carmen Giordano. Sí, la misma que también figura como testigo clave en la investigación del caso Rolex. Un viaje lleno de sal, mar… y relojes suizos.
¿Defender el mar o navegar lejos de la tormenta?
La comitiva incluye expertos en recursos marinos, diplomáticos de carrera y personal de seguridad. Todo suena lógico, si no fuera porque la presidenta viaja cuando su gabinete busca el voto de confianza en el Congreso. Pero no importa, porque Dina confía en los “congresistas demócratas”, los mismos que aprobaron su viaje con entusiasmo, como si Francia estuviera a la vuelta de la esquina de San Juan de Lurigancho.
La presidenta afirma que este viaje es “un compromiso con las 200 millas del mar de Grau”. Un compromiso que, aparentemente, se fortalece con croissants, turismo diplomático y viáticos generosos.
Congresistas con espíritu viajero
Y como en todo crucero de poder, no podían faltar los polizontes políticos. Las congresistas Heidy Juárez y Janet Rivas solicitaron unirse a la comitiva. Ambas aseguran tener experiencia en gestión marina. Una, desde el bloque de Podemos, otra desde Perú Libre. Lo único que flota aquí no es el interés por los océanos, sino las ganas de subirse al avión. La excusa es la sostenibilidad marina, pero el verdadero motor parece ser el kilometraje internacional.
El precio de un discurso diplomático
Los datos no mienten: Michelle Ivette Graco, del Imarpe, viajará con un presupuesto de más de 22 mil soles. Los diplomáticos Librado Orozco y Julio Torres tendrán más de 26 mil cada uno. El secretario, el edecán, la asesora y la suboficial de seguridad suman otros casi 80 mil. Todo para asistir a una cumbre donde, al parecer, la gran defensa del océano será un discurso de cinco minutos que probablemente no se traducirá en ninguna política real de conservación costera en el país.
Pero no hay que ser pesimistas: tal vez vuelvan con una bolsa de tela ecológica, una carpeta informativa y muchas fotos sonrientes en las playas de Niza. Porque eso también es diplomacia… ¿no?.
Conclusión: El mar está agitado (pero no en Francia)
Mientras en el Perú el crimen organizado sigue dictando sus propias reglas y la ciudadanía sobrevive a punta de miedo y precariedad, la mandataria elige surcar otras aguas. Se va a Francia, por la salud de los océanos, mientras la institucionalidad nacional se hunde sin salvavidas.
La realidad es esta: el Perú se ahoga y su presidenta navega. La transparencia es una palabra oxidada, y el Estado flota a la deriva entre viajes protocolares, comitivas cuestionadas y una población que ya no tiene a quién creerle.
Bienvenidos a una nueva edición del Gobierno del Perú, donde el agua es vida… pero también pasaporte, viático y distracción.