El Congreso se ha convertido en una agencia de empleos

Por Edwin Gamboa, fundador Caja Negra

¿Alguna vez soñaste con un trabajo estable, sin tener que pasar por entrevistas, sin título universitario, sin experiencia alguna, y además con un sueldo de 15 mil soles?. No busques más: el Congreso de la República del Perú lo hace posible. Claro, eso sí, si eres hermano, cuñada, sobrina, militante útil o asesor “de confianza” de algún miembro de la Mesa Directiva. Porque en el Palacio Legislativo no se legisla, se recluta. Y no precisamente talento.

Una reciente investigación de Cuarto Poder ha destapado —otra vez— el aroma a descomposición que emana desde los pasillos del Legislativo. Bajo el eufemismo de “módulo de personal de confianza”, la Mesa Directiva del Congreso ha construido un mecanismo de contratación tan eficiente para los suyos como inservible para la transparencia. Sin necesidad de concurso público, sin formación profesional, sin filtros, sin rubor. En solo cinco meses, se han invertido más de un millón de soles en pagar sueldos a 58 “asesores” cuyos méritos se resumen en una palabra: cercanía.

¿Tienes experiencia? Irrelevante. ¿Tienes estudios? ¿Para qué? ¿Sabes a quién besarle el anillo en la Mesa Directiva? ¡Contratado! Ese parece ser el verdadero examen de ingreso. A esta altura, el Congreso no es una institución del Estado: es una agencia de empleos con presupuesto público, fachada republicana y alma de favores.

Más indignante aún es que este esquema fue legalizado en secreto, mediante el Acuerdo N.º 072-2022-2023, aprobado reservadamente. Ni siquiera todos los congresistas sabían de su existencia. Una cúpula decide, contrata y reparte el botín. El resto aplaude o se hace el sorprendido.

Entre los beneficiarios, la ya célebre cuñada del expresidente Alejandro Soto, Yeshira Peralta Salas, vio su sueldo duplicarse mágicamente sin que nadie sepa exactamente qué hace. Lo mismo sucede con asesores que no asesoran, sino que acompañan en campañas, cargan pancartas o simplemente viajan al extranjero con la excusa de “crear vínculos internacionales”. Es el caso de Jimmy Torres Siás, el “asesor estelar” del presidente del Congreso. ¿Tiene estudios de posgrado? No. ¿Tiene logros conocidos? Tampoco. ¿Viaja? Sí, mucho. ¿Hace algo útil? Defínase “útil”.

¿Y el control? Bien, gracias. El Congreso no tiene obligación de rendir cuentas sobre estos nombramientos. La transparencia es un mito urbano. La meritocracia, una leyenda perdida. Los portales oficiales, un adorno digital que esconde más de lo que muestra.

Mientras los ciudadanos se movilizan exigiendo reformas reales, el Congreso avanza en lo único que parece interesarle: perfeccionar su maquinaria de favores. Con cada nuevo asesor de confianza, el Parlamento se aleja un paso más de la institucionalidad y se acerca a convertirse en una empresa privada con fondos públicos. La república de la “confianza” ha reemplazado a la república del mérito.

Todo esto ocurre en paralelo a escándalos que rozan ya lo grotesco: redes de prostitución en el Legislativo, congresistas que no saben que votaron leyes y bancadas que actúan como franquicias familiares. Es decir, el modelo peruano de representación política en su máxima expresión: ineficaz, clientelista y profundamente desconectado de la realidad nacional.

Reflexión final
La pregunta ya no es si el Congreso debe reformarse. La pregunta es si hay algo que aún pueda salvarse. Cuando contratar a dedo se vuelve la regla, y cuando el poder se ejerce con total impunidad, la democracia se vuelve un decorado. Y la ciudadanía, simple espectadora de un circo legislativo donde los payasos ya no hacen reír. Peor aún, cobran 15 mil soles por no hacerlo.

Porque en el Perú del 2025, tener mérito es un obstáculo, y tener un familiar en la Mesa Directiva… es el verdadero currículo.

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