Por Edwin Gamboa, fundador Caja Negra
El plan “Con Punche Perú” prometió dinamizar la economía, apoyar a los más vulnerables y acelerar inversiones públicas. A más de un año de su anuncio, los resultados brillan por su ausencia, y el país sigue esperando que el “punche” llegue a la realidad, no solo al discurso.
Cuando el gobierno de Dina Boluarte y su Ministerio de Economía lanzaron el plan “Con Punche Perú”, muchos imaginaron un giro decisivo frente a la crisis económica y social que atravesaba el país. Sin embargo, más allá del entusiasmo inicial y los comunicados optimistas, el famoso punche ha terminado siendo una serie de buenas intenciones sin músculo. Un paquete de medidas que, en lugar de reactivar la economía, reavivó el escepticismo nacional frente a los anuncios vacíos. Lo que debía ser un golpe de efecto terminó como otro ejercicio de ilusionismo político.
Las promesas del punche: ambición sin dirección
El plan “Con Punche Perú”, lanzado en diciembre de 2022, fue presentado como una respuesta rápida y eficaz a la desaceleración económica nacional, la inflación mundial y la conflictividad social interna. Se diseñó con tres grandes ejes: reactivación familiar, regional y sectorial. Se prometieron 19 medidas, una inversión de S/ 5,900 millones y la generación de 130 mil empleos en doce meses. Sobre el papel, parecía una estrategia de salvataje integral, capaz de abordar simultáneamente las necesidades del ciudadano de a pie y los desafíos estructurales del aparato estatal.
No obstante, el país ya ha aprendido que en el Perú los planes de gobierno no se miden por su ambición, sino por su aterrizaje. Y el aterrizaje del punche ha sido forzoso, si es que acaso ha despegado.
El punche que no llegó a la olla ni al campo
Uno de los componentes clave del plan era fortalecer la economía familiar, en particular a través de transferencias a beneficiarios de programas sociales como Juntos, Pensión 65 y Contigo. También se anunciaron recursos para más de 3,300 ollas comunes. Sin embargo, en las zonas populares, las madres de familia siguen esperando que ese apoyo baje del Excel a la realidad. La alimentación continúa dependiendo de donaciones comunitarias, y la promesa de ampliación del acceso al gas natural quedó, para muchos, enterrada en los titulares.
En el agro, se prometió rehabilitar canales de riego, impulsar proyectos como Majes Siguas II y financiar 600 planes de negocio. ¿Los resultados? Un campo aún golpeado por la falta de agua, sin apoyo técnico sostenido y con precios que siguen marginando al productor rural. La distancia entre el punche prometido y la vida cotidiana del campesino es más grande que la brecha de infraestructura que el mismo plan buscaba cerrar.
Inversión pública: entre la parálisis y la propaganda
Otro componente estrella del plan era la inversión pública. Se anunciaron 400 proyectos IOARR para zonas de alta conflictividad, el fortalecimiento de gobiernos regionales con “gerentes punche” y la aceleración de obras emblemáticas como Chavimochic. La intención era buena: dinamizar regiones históricamente postergadas. Pero en la práctica, la ejecución de obras sigue estancada por burocracia, falta de capacidad técnica y conflictos sin resolver.
Los llamados gerentes punche llegaron con promesa de eficiencia y experiencia. Pero sus resultados han sido tan difusos como sus funciones. En muchos casos, sus informes se sumaron a la montaña de diagnósticos sin implementación, y las regiones continúan sin ejecución efectiva de su presupuesto.
Sectores estratégicos sin reactivación real
La reactivación sectorial incluía alivios financieros para MYPES, flexibilización tributaria, tax free para turistas, y mejoras en infraestructura aeroportuaria. También se ofrecieron nuevas ventanas de créditos y reprogramaciones para empresas afectadas por las crisis. Sin embargo, el sector turismo, por ejemplo, continúa reportando niveles alarmantes de informalidad y escasa recuperación. La devolución del IGV para turistas, más que atraer visitantes, ha funcionado como una anécdota fiscal. Y mientras tanto, el empleo informal y el subempleo siguen siendo la norma en el tejido económico nacional.
Conclusión: el punche que fue golpe de humo
A más de dieciocho meses de su anuncio, “Con Punche Perú” ha demostrado ser otro plan gubernamental más diseñado para el aplauso fácil y el informe de medio término. En lugar de reactivar, el plan ha reforzado la imagen de un Estado que administra expectativas pero no resultados. Un país con hambre de soluciones concretas no puede seguir alimentándose con comunicados de prensa.
Reflexión final
Lo más preocupante no es que el plan haya fallado. Es que nadie lo admite. En el Perú, los gobiernos suelen actuar como si el simple anuncio de un plan fuera sinónimo de su ejecución. “Con Punche Perú” no solo ha fracasado en reactivar la economía: ha profundizado el desencanto ciudadano hacia una gestión que prioriza la retórica sobre la realidad. Lo único que ha quedado claro es que el verdadero punche lo sigue recibiendo el pueblo peruano. Cada vez con más fuerza. Y con menos paciencia.