Por Edwin Gamboa, fundador Caja Negra
En un país donde ya no manda el Estado sino el crimen organizado, donde los niños mueren por desnutrición, las farmacias de los hospitales públicos están vacías y los extorsionadores cobran más puntualmente que Sunat, el Gobierno ha decidido, con visión estratégica y corazón patrio, invertir miles de millones de soles en… aviones de guerra. Porque claro, si el pueblo está sumido en el hambre, la violencia y la miseria, qué mejor que un escuadrón de F-16 para levantar el espíritu nacional.
Mientras en el VRAEM manda el narcotráfico, las regiones del norte y sur son devoradas por la minería ilegal, y las bandas criminales extorsionan a transportistas, comerciantes, escolares y funerarias, la presidenta Dina Boluarte afina la pluma para firmar, antes del 30 de junio, un decreto que le regalará a la Fuerza Aérea del Perú 24 flamantes aviones de combate. Así lo recordó el comandante general Carlos Chávez, apenas unas horas después de dar por concluida la búsqueda de la piloto Ashley Vargas, cuya muerte hoy es investigada por presunto homicidio culposo. Cielo y tierra, todo mal.
¿El precio de volar?. Un primer pago de 7,580 millones de soles. Una bicoca. Apenas el 57% del total de 3,500 millones de dólares que costará completar el sueño aeronáutico del bicentenario. Mientras tanto, en el Hospital de Huancavelica no hay ni paracetamol, y en Puno los centros de salud operan sin agua potable. Pero en Palacio de Gobierno las prioridades están claras: aviones sí, medicinas después.
La compra será entre opciones de alto vuelo: el Rafale francés, el F-16 estadounidense o el Gripen sueco. Todos con tecnología de punta, perfectos para sobrevolar las zonas donde el Estado ha sido reemplazado por mafias armadas. ¿Educación? Para qué. ¿Agua y saneamiento? Eso no despega. ¿Combatir la anemia? Mejor combatimos en el aire.
El Congreso —ese órgano tan sensible a las necesidades reales del país— ya aprobó el presupuesto. Total, si ya gastaron millones contratando asesores por “confianza” y cuñadas sin título profesional, ¿por qué no destinar unos cuantos miles de millones más a comprar juguetes bélicos? Al fin y al cabo, los únicos que no se quejan son los muertos… o los votantes desnutridos.
Mientras más de la mitad del país sobrevive en condiciones de pobreza, y regiones enteras son rehenes del miedo, las prioridades del Ejecutivo se elevan… literalmente. Porque cuando no se puede garantizar el desayuno escolar ni detener las masacres en las calles, hay que invertir en potencia de fuego. A falta de Estado en tierra, que haya presencia en el aire.
¿Quién necesita justicia, salud, alimentos o seguridad ciudadana, cuando puedes tener un caza supersónico sobrevolando el cielo limeño el 28 de julio? Lo importante es el espectáculo, la foto, el titular: “El Perú compra aviones”. Lo que venga después, si viene, ya se verá. Con binoculares.
Reflexión final
El crimen organizado gobierna el territorio. La violencia cobra peaje en cada esquina. La anemia infantil alcanza cifras africanas. Las postas médicas no tienen ni termómetros. Los maestros enseñan con nostalgia y tiza. Y frente a ese paisaje, el Estado responde con misiles, radares y millones de dólares en fierros voladores.
En el Perú de 2025, volar alto no es sinónimo de progreso, sino de desconexión total. Desconexión con la tierra, con la gente, con el sentido común. Pero tranquilos: al menos nuestros nuevos aviones tendrán tecnología de punta para ver, desde el cielo, todo lo que hemos dejado podrirse aquí abajo.