Por Edwin Gamboa, fundador Caja Negra
El Servicio de Inmigración y la Oficina de Protección Fronteriza rondarán durante los partidos. El fútbol tocó fondo. Lo que alguna vez fue sinónimo de fiesta, comunidad y emoción hoy se convierte en un espectáculo patrullado, vigilado y distorsionado. Por primera vez en la historia del deporte más popular del planeta, los hinchas no serán recibidos con cánticos y banderas, sino con chalecos, armas y escáneres. El Mundial de Clubes 2025 se celebrará en Estados Unidos bajo la atenta mirada de agentes migratorios del ICE y CBP, que custodiarán a los aficionados como si fueran amenazas, no fanáticos. ¿Y la experiencia del hincha?. Enterrada bajo protocolos de seguridad, redadas y temor. Esta no es la fiesta del fútbol. Es su caricatura más inhumana.
De bombos y bengalas… a esposas y documentos
Nunca antes el acto de alentar a tu equipo fue tan peligroso. Según reportes de medios estadounidenses, el Mundial de Clubes contará con despliegues de agentes del Servicio de Inmigración (ICE) y la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP) en estadios, hoteles, calles y aeropuertos. Es decir, los hinchas serán seguidos como si fuesen delincuentes en potencia. El sueño de miles de personas de ver a su equipo en un torneo internacional se ha transformado en una operación de control migratorio.
La publicación borrada de la CBP en redes sociales —que anunciaba con entusiasmo su participación en la seguridad del evento— no fue un accidente. Fue una confesión de parte: el Mundial no será un espacio seguro para quienes no “parecen estadounidenses”. Ir al estadio se ha convertido en una ruleta de detenciones, interrogatorios y miedo.
¿Y la tan promocionada «experiencia del hincha»?
El marketing deportivo global lleva años vendiendo la idea del “fan experience”: estadios modernos, merchandising, comida gourmet, realidad aumentada, códigos QR en cada butaca. Lo que no mencionan es que, en este Mundial, los pocos hinchas que se atrevan a ir estarán custodiados incluso cuando vayan al baño. Literal.
¿Qué clase de fiesta es esta en la que te vigilan el pasaporte más que el gol?. ¿Dónde quedó el derecho a vibrar, cantar y emocionarse sin sentir que estás en la antesala de una deportación?.
Ni la presencia de las estrellas del fútbol mundial, ni las rebajas absurdas de entradas (de $349 a $50, un 84% menos) han logrado cambiar el clima. Porque el fútbol no es solo un partido. Es ambiente. Y no hay ambiente que sobreviva cuando el que alienta teme ser llevado en una patrulla tras el pitazo final.
Un torneo sin alma ni gente
La FIFA soñó con grandeza. Pero el resultado es una vergüenza. Estadios con más butacas vacías que banderas, entradas en rebaja perpetua, equipos clasificados por fórmulas imposibles y, ahora, policías vigilando a los hinchas como si fuesen contrabando.
La promesa de un Mundial de Clubes global, democrático y emocionante ha devenido en un show sin público, sin espíritu, y sin humanidad. ¿De qué sirve organizar un torneo con 32 equipos si no se garantiza lo más básico: el respeto a quien lo hace posible, el hincha?.
Este Mundial no se recordará por sus goles, ni por sus partidos. Se recordará como el torneo donde los verdaderos protagonistas fueron los que no asistieron. Porque un estadio vacío dice más que mil conferencias de prensa. Porque no hay marcador que maquille la represión. Y porque ningún trofeo vale lo que cuesta pisotear derechos.
La FIFA, en su afán por conquistar nuevos mercados, sacrificó lo más valioso: el alma del fútbol. Lo reemplazó por fórmulas matemáticas, intereses políticos y vigilancia masiva.
Reflexión final
El fútbol no necesita custodios armados. Necesita abrazos, gritos, lágrimas de alegría. No necesita helicópteros ni drones. Necesita niños con camisetas, madres con bombos, abuelos con radios. Este Mundial de Clubes es la negación de todo eso.
Y aunque algunos intenten justificarlo con palabras como “seguridad”, “control” o “logística”, la realidad es una sola: al fútbol lo están deshumanizando. Y cuando eso ocurre, ya no hay fiesta. Solo un evento triste con entradas baratas y gradas vacías.
Nos vemos en la final… si queda alguien con ganas de aplaudir.