Por Edwin Gamboa, fundador Caja Negra
Esta vez, fue un arzobispo —sí, un arzobispo— quien tuvo que decir lo que ni los políticos, ni los ministros, ni el presidente del Congreso se atreve a enfrentar: el país no necesita una presidenta que se disfrace de “mamá” mientras todo se cae a pedazos. Porque eso es Dina Boluarte hoy: una mandataria que juega al maternalismo simbólico mientras su gestión se desangra sin gobierno, sin planes, sin vergüenza.
“Necesitamos una verdadera mamita, no una que se quiera hacer pasar por mamá del Perú”, dijo monseñor Javier del Río en plena misa, frente a cientos de fieles y sin necesidad de dar nombres. Todos entendieron. Porque solo hay una en Palacio que ha intentado envolver su desastrosa gestión bajo el manto de la Virgen, las oraciones forzadas y los discursos afectuosos que no alcanzan ni para tapar los escándalos quirúrgicos.
Boluarte tiene 2 % de aprobación y un 100 % de descaro. Dice que representa al país, pero nadie la eligió como presidenta. Dice que es madre del Perú, pero no ha presentado un solo plan serio para atender los verdaderos dolores del país. Dice que todo está bajo control, mientras hasta The New York Times afirma que el Perú está secuestrado por bandas criminales y la extorsión. Mientras tanto, ella firma convenios, posa para las cámaras y niega —con fervor presidencial— una cirugía estética que no es lo preocupante, salvo que sirvió como excusa para abandonar funciones sin avisar. Sí, se fue del cargo… pero no del bisturí.
Y por si fuera poco, el Congreso, ese otro templo de cinismo nacional, ya huele sangre. Solo les faltan seis firmas para presentar una moción de vacancia, y no por razones morales o éticas —no seamos ingenuos—, sino porque Dina ya no sirve políticamente. Ya no es útil. La misma bancada que la sostuvo para evitar elecciones hoy la quiere fuera para salvar su pellejo. Porque en este país nadie gobierna, solo sobreviven.
La “mamita” que prometía cuidar al pueblo ha dejado abandonadas las regiones más violentas, ha fracasado en cada intento de reordenar el Estado y ha convertido la presidencia en una sala de espera eterna, mientras el Perú entero grita por atención. ¿Dónde están sus proyectos estratégicos? ¿Dónde está el plan de seguridad? ¿Qué política pública se recuerda de su gobierno? Nada. Lo único que avanza son las investigaciones fiscales, los escándalos estéticos y las evasivas en entrevistas que cada vez dan más vergüenza ajena que institucional.
Boluarte no es madre de la patria. Es solo otro rostro en la larga lista de políticos que usaron el poder para protegerse, no para proteger. El país está en ruinas: económica, ética y emocionalmente. Y lo único que nos ofrece el Ejecutivo son silencios incómodos, defensas absurdas y una presidencia que se reduce a inaugurar templos mientras deja abandonado el país real.
Reflexión final
No, señora Boluarte. El Perú no necesita una “mamita” de utilería. No necesita rezos en cadena ni fotos con vírgenes. Necesita liderazgo, carácter, acción. Y usted no tiene ni lo uno, ni lo otro, ni lo mínimo. El arzobispo habló de una madre que piense en sus hijos. Usted piensa en su silla. En su imagen. En su blindaje. Si aún le queda un poco de dignidad, debería saber que una verdadera madre sabe cuándo dar un paso al costado por el bien de sus hijos. Porque lo suyo no es maternidad política. Es abandono de hogar.