Fenómeno ‘peligroso’ en Perú: Senamhi activa alerta naranja

Por Edwin Gamboa, fundador Caja Negra

El 16 de junio, el Senamhi ha emitido una alerta naranja: un “fenómeno meteorológico peligroso” afectará a ocho regiones del país durante 23 horas. ¿La reacción de las autoridades? Una recomendación tibia de “tomar precauciones” y seguir indicaciones que, por lo visto, nadie ha preparado. Porque sí, el viento soplará fuerte en la sierra, pero lo verdaderamente aterrador es que, una vez más, el Perú está a merced del clima… y del desgobierno. ¿Hay un plan de contingencia? ¿Hay acciones coordinadas? ¿Hay liderazgo? Solo hay frío, niebla y el eterno calor de la improvisación nacional.

Regiones como Apurímac, Arequipa, Ayacucho, Cusco, Huancavelica, Moquegua, Puno y Tacna serán azotadas por ráfagas de hasta 50 km/h, temperaturas bajo cero en zonas altas y posibles afectaciones a la salud y la vida cotidiana de miles de peruanos. Todo eso en menos de un día. Pero, más allá del informe técnico del Senamhi, ¿alguien ha visto al Estado prepararse? ¿Dónde están las brigadas de Defensa Civil? ¿Dónde están los kits de emergencia, los albergues temporales, los protocolos de respuesta rápida?

Porque si algo ya deberíamos haber aprendido es que el problema en este país no es el clima, sino el sistema. Llueve y no hay techos; hace frío y no hay frazadas; tiembla y no hay evacuaciones organizadas. Cada año ocurre lo mismo, y cada año nos sorprende como si fuera la primera vez. En esta comedia trágica, el Estado llega siempre después del desastre, con ayuda insuficiente y discursos que calientan menos que una vela mojada.

Y no, no estamos hablando de un apocalipsis. Estamos hablando de fenómenos previsibles, medibles, advertidos con antelación. Y aún así, seguimos actuando como si el viento tuviera que pedir permiso para soplar. Mientras tanto, autoridades regionales se declaran “en alerta”, lo que en el diccionario político peruano significa: mirando al cielo con los brazos cruzados mientras se redacta una resolución sin presupuesto.

¿Y desde el Ejecutivo? Silencio climatizado. Dina Boluarte está más ocupada negando cirugías que liderando acciones frente al invierno más frío desde 2022. Su ministro de Defensa, ausente. Su premier, ocupado con crisis internas. Su gabinete, congelado… pero por inercia. Y claro, cuando ocurra una tragedia —porque siempre ocurre— todos culparán a la naturaleza. Como si la falta de preparación, de planificación y de respuesta no fueran tan humanas como la neblina limeña.

El 16 de junio no solo será un día de vientos peligrosos, será otro recordatorio de lo que somos como país: vulnerables no solo por la geografía, sino por la falta de gestión, de previsión, de Estado. No es el clima el que nos castiga. Es la indiferencia, la desorganización, el desgobierno. Y si alguien aún duda de eso, que intente sobrevivir a una madrugada helada en Huancavelica sin abrigo, sin luz, sin ayuda. O mejor aún: que le pregunten a un alcalde si sabe qué hacer. Spoiler: no.

Reflexión final
En el Perú, el Estado no prevé: improvisa. No protege: reacciona. Y cuando la tormenta se aproxima, lo único que tenemos asegurado es el caos. Mientras el Senamhi emite alertas, el gobierno se abriga en excusas y el Congreso… bueno, ese está en otro clima. Uno donde la única ráfaga que importa es la que sopla hacia sus curules. El verdadero fenómeno peligroso no es el viento. Es la costumbre de no hacer nada, aunque el país se hunda con cada gota, con cada ráfaga y con cada silencio.

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