Israel depende de EEUU para aniquilar el proyecto nuclear de Irán

Por Edwin Gamboa, fundador Caja Negra

Israel e Irán se aproximan peligrosamente al abismo nuclear mientras Estados Unidos sostiene la llave del arsenal. La guerra se vende como defensa y la paz como debilidad. Pero la única verdad ineludible es esta: cada bomba, cada ataque y cada muerte son una derrota para toda la humanidad.

En el corazón de Medio Oriente, el reloj avanza hacia una catástrofe fabricada con tecnología de punta y justificaciones solemnes. Israel ataca. Irán responde. Estados Unidos observa, calcula y prepara. En medio de todo, la paz es una nota a pie de página, y el pacifismo, un acto de resistencia solitaria. Pero aquí estamos, denunciando la guerra venga de donde venga, porque ninguna causa justifica convertir la Tierra en un campo de ruinas con nombre religioso o geopolítico.

Guerra con precisión milimétrica, muerte garantizada
Las instalaciones nucleares de Irán —Natanz, Fordow, Isfahan— están diseñadas para resistir terremotos, pero no la voluntad destructiva de una coalición con satélites, drones y bombas de 13 toneladas. Las amenazas de Israel se cumplen, los misiles vuelan, los científicos mueren, y el mundo lo asume como rutina.

Estados Unidos, desde la distancia segura de Missouri, ofrece inteligencia en tiempo real. Radares que detectan misiles, satélites que escanean túneles, drones que identifican objetivos humanos. Tecnología al servicio de la seguridad, dicen. Pero la verdad es más brutal: tecnología al servicio de la guerra, con la paz como daño colateral.

El cinismo no tiene bandera
Israel justifica su ofensiva como autodefensa. Irán se victimiza mientras profundiza su proyecto nuclear. Estados Unidos juega el papel del árbitro que no pita faltas. Y todos, absolutamente todos, hablan de paz con los dientes apretados y el dedo en el gatillo.

El pacifismo, en este escenario, es una herejía. Quien se atreve a decir que las bombas no resuelven nada es acusado de ingenuo, de no entender “la realidad geopolítica”. Pero el pacifismo no es ignorancia: es el último grito lúcido en un mundo adicto a la destrucción planificada.

¿A quién le sirve esta guerra?
Las industrias de armamento cotizan en alza. Las coaliciones refuerzan alianzas. Las encuestas mejoran para los halcones. Y el mundo mira. Una vez más. Porque cada vez que se abre un búnker, alguien cierra un acuerdo. Cada misil que despega es una inversión que se amortiza.

Mientras tanto, los ciudadanos —los de Teherán, Tel Aviv, Gaza, Damasco, Bagdad o Nueva York— pagan con miedo, con sangre, con silencio. Nadie les pidió permiso. Solo les exigen resistir. O morir. O aplaudir desde sus trincheras mediáticas.

La paz como posición política, no como utopía
Pregonar la paz no es una evasión. Es una elección radical en un mundo donde la guerra se ha normalizado como herramienta diplomática. No se trata de ser neutrales ante los crímenes ni de relativizar responsabilidades. Se trata de algo más incómodo: negarse a aceptar que matar en nombre de la seguridad sea una política legítima.

Hoy, más que nunca, el pacifismo no es pasividad. Es acción. Es denuncia. Es decir: no en mi nombre. No con mi silencio. No bajo ninguna bandera.

Una bomba no construye justicia
Ni Israel, ni Irán, ni Estados Unidos tienen derecho a decidir cuántos deben morir para mantener el equilibrio de poder. No existe argumento técnico, religioso ni estratégico que justifique la guerra como política de Estado. Cada vida que se pierde en este conflicto es un fracaso de todos los líderes que prefirieron el misil al diálogo.

Reflexión final: el enemigo no está bajo tierra, sino en el poder que elige bombardear
No hay paz posible si se acepta la lógica de “ataques preventivos”, “muertes selectivas” y “bajas colaterales”. El enemigo real no es un país. Es la idea de que la guerra es inevitable, de que matar es necesario, de que la paz es una debilidad.

Si queremos evitar el colapso moral global, debemos volver a indignarnos por cada ataque, por cada misil, por cada justificación que suene a sentencia de muerte con siglas militares.

La paz es una ilusión. Es la única respuesta digna frente a la barbarie. Y en este blog, La Caja Negra, no vamos a dejar de repetirlo. Aunque parezca que el mundo ya no quiere escucharlo.

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