Mundial de Clubes:10-0 del Bayern no es una anécdota graciosa

Por Edwin Gamboa, fundador Caja Negra

El fútbol ha sido testigo de hazañas, milagros, remontadas y epopeyas inolvidables. Pero el Mundial de Clubes 2025 nos regaló algo distinto: un 10-0 sin emoción, sin competencia, sin alma. El Bayern Múnich trituró al Auckland City en un partido que no fue ni exhibición ni espectáculo: fue una paliza protocolar disfrazada de competencia. Y mientras los memes estallan y las entradas se rematan como pan duro, la pregunta se vuelve inevitable: ¿esto es lo que soñaba Infantino cuando prometía democratizar el fútbol? ¿O simplemente estamos presenciando el mayor laboratorio de marketing deportivo jamás intentado?

De la Champions a los chistes virales
El Bayern Múnich le metió diez goles al campeón de Oceanía, cuyos jugadores —según las redes— al terminar el partido no sabían si volver al hotel o a su turno en la oficina. Porque sí, este equipo es semiprofesional. Y no, esto no fue una película de Disney. Fue una clase práctica de “lo que no debe pasar en un Mundial de Clubes”.

Las redes, por supuesto, hicieron lo suyo. Memes con Manuel Neuer tomando sol, con Harry Kane preguntando “¿y yo cuándo?”, y hasta referencias a partidos entre solteros contra casados. Porque cuando el marcador es tan escandaloso que provoca risa en vez de respeto, el fútbol ha perdido su eje.

Más cantidad que calidad: el tubo de ensayo de Infantino
Infantino nos habló de integración. De darle voz a todos los continentes. De un torneo con 32 equipos para que el fútbol sea de todos. Pero se olvidó de un detalle: la competitividad. Porque no se trata de invitar a todos a la mesa si solo uno trae el banquete y los demás llevan pan con agua.

Esto no es integración. Es exposición innecesaria. El fútbol no se democratiza poniendo a equipos de niveles incompatibles a jugar entre sí. Eso no es justicia deportiva. Es una distorsión. Y lo del Bayern-Auckland fue solo el primer capítulo.

Entradas a precio de liquidación y estadios vacíos
El Mundial de Clubes también pasará a la historia como el torneo en que ver a Messi costó menos que un café premium. Las entradas han bajado hasta un 84%, y ni así se llenan los estadios. Porque el fútbol no se mide en cifras, sino en sensaciones. Y en este torneo no hay atmósfera, ni hinchada, ni alma.

La FIFA insiste en que se trata de un “nuevo modelo de ventas”. Pero todos sabemos que cuando la casa ofrece cuatro entradas gratis por cada boleto comprado, lo que está ocurriendo es una rendición disimulada.

Un Mundial bajo vigilancia y con ecuaciones imposibles
Sumemos al despropósito deportivo una capa aún más preocupante: los hinchas son vigilados por migración, los estadios patrullados por ICE y CBP, y el temor flota más que los globos. La fiesta del fútbol, ese espacio de libertad colectiva, ahora es un operativo de seguridad con aroma a redada.

Y para colmo, los equipos que están participando fueron seleccionados con fórmulas matemáticas tan enredadas que ni los propios clubes saben cómo clasificaron. Pero claro, todo sea por mantener el “equilibrio de confederaciones” y el “ranking global”. La lógica del fútbol reemplazada por la lógica del algoritmo.

El 10-0 del Bayern no es una anécdota graciosa. Es el símbolo de un Mundial desbalanceado, sin esencia ni alma. Es lo que ocurre cuando se prioriza el espectáculo corporativo por encima de la competencia real. Lo que debía ser una fiesta global se convirtió en una simulación.

Y mientras el marketing sigue hablando de “inclusión”, los partidos se juegan con eco y los goles no se gritan: se lamentan.

Reflexión final. El fútbol no se democratiza inflando torneos. Se democratiza fortaleciendo ligas, invirtiendo en desarrollo, respetando la historia y garantizando competitividad. Lo que hace Infantino no es justicia: es maquillaje. Y el resultado es un Mundial de Clubes que, pese a sus 63 partidos, ya está vacío.

Vacío de alma. Vacío de público. Vacío de sentido.
Nos vemos en la próxima goleada… o en el próximo meme.

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