Real Madrid y Boca Juniors son los únicos que agotaron entradas

Por Edwin Gamboa, fundador Caja Negra

El Mundial de Clubes 2025 arrancó con bombos… pero no con hinchas. Un torneo que prometía marcar un antes y un después en la historia del fútbol global ha comenzado, más bien, como un experimento fallido de laboratorio: tribunas vacías, entradas regaladas, vigilancia migratoria en lugar de emoción, y un partido inaugural que parecía una práctica entre “los amigos de Messi” y un combinado improvisado de El Cairo. Bienvenidos al torneo donde solo dos equipos —Real Madrid y Boca Juniors— lograron agotar entradas. El resto, lucha contra la indiferencia general.

Un estadio, 64 mil butacas y 25 mil asistentes… ¿y Messi en cancha?
Cuando el producto estrella de la FIFA tiene que ser rematado a cuatro dólares, no estamos ante una promoción: estamos ante una confesión. El Hard Rock Stadium de Miami, sede del partido inaugural, lució más sillas vacías que banderas agitadas. Ni la presencia de Lionel Messi, Luis Suárez o Busquets pudo evitar el bochorno. El encuentro inaugural fue tan frío que el césped parecía no solo maltratado, sino también avergonzado.

Porque el problema no es el precio. El problema es que el fútbol no se compra con tarjetas, se construye con identidad. Y este torneo nació sin alma, sin lógica y sin conexión real con los hinchas.

¿Un Mundial con 32 equipos o un experimento de probeta?
La FIFA vendió esta edición como el torneo global definitivo. 32 equipos. 63 partidos en 29 días. Ocho grupos. Clasificación por rendimiento acumulado en cuatro años y una tabla mágica de coeficientes que dejó a clubes históricos fuera y metió a otros que suenan más en Excel que en los corazones populares.

¿El resultado? Un torneo lleno de contrastes: gigantes como Real Madrid y Boca, que arrastran masas donde vayan, comparten cartel con clubes de escasa convocatoria y nivel apenas competitivo. El formato parece más armado para satisfacer estadísticas que para generar pasión.

La vigilancia que mató la experiencia del hincha
Pero si algo terminó por enterrar la ilusión fue la militarización del evento. Hinchas vigilados por agentes del ICE y CBP, controles en estadios, aeropuertos, calles y hasta en hoteles. ¿Es esto un Mundial de Clubes o una cumbre de seguridad nacional? La experiencia del fanático —ese concepto que tanto adora el marketing deportivo— se volvió un trámite migratorio.

Algunos hinchas reportan redadas, otros temen salir del hotel. ¿A qué fiesta vas si en lugar de abrazarte con desconocidos, te revisan los papeles como si fueses un contrabando emocional?

Dos gigantes salvan el orgullo (por ahora)
Entre tanto caos, Real Madrid y Boca Juniors se convierten en los únicos dos equipos que agotaron entradas. ¿La razón? Historia. Identidad. Hinchas verdaderos. Dos clubes que representan mucho más que títulos: representan comunidad. Pero son la excepción, no la regla. Mientras tanto, el resto del torneo se desangra en promociones, pasillos vacíos y partidos con eco.

El Mundial de Clubes 2025 nació como una promesa de grandeza. Pero a días de su inicio, solo ha entregado silencios incómodos, descoordinación y un espectáculo hueco. No hay fiesta. No hay alma. Solo queda una FIFA nerviosa intentando justificar la caída libre de su megaproyecto con frases como “modelo dinámico de precios” o “fase de aprendizaje”.

La verdad es más simple: este torneo no conecta. No emociona. No convence.

Reflexión final
Cuando se margina al hincha, se sobrediseña el formato, se convierte el fútbol en una fórmula matemática y se reemplazan las banderas por controles migratorios, no se está organizando un Mundial. Se está organizando un funeral con luces LED.

El fútbol necesita volver a su esencia. Porque si el único titular que deja un torneo con 63 partidos es que las entradas se vendieron a precio de taxi… entonces no estamos hablando de deporte. Estamos hablando de una oportunidad perdida.

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