Por Edwin Gamboa
Mientras miles de peruanos viven al límite con sueldos indignos y pensiones de burla, la presidenta Dina Boluarte —sí, la misma con 3% de respaldo ciudadano— se perfila como la nueva millonaria del Estado gracias a un incremento salarial que bordea los S/ 36,000. Todo legal, todo técnico, todo indignante. No solo se trata del aumento mensual, sino del negocio redondo de una pensión vitalicia del mismo monto, diseñada como si gobernar con piloto automático y escándalos fuera una hazaña digna de premio.
Pero esta vez, la respuesta no se hará esperar. La ciudadanía —cansada, harta y burlada— prepara una acción popular nacional que no solo será jurídica, sino moral. Porque si no pueden gobernar con decencia, al menos que no cobren como emperadores.
No es broma. El MEF ha emitido un informe que equipara el sueldo de la presidenta con el de otros mandatarios latinoamericanos. ¡Al fin una comparación internacional que sí les interesa!. Porque cuando se trata de seguridad, salud, educación o lucha contra la corrupción, las referencias extranjeras desaparecen. Pero para los sueldos, ahí sí somos OCDE. Compararnos con otros países para justificar aumentos a la presidenta más rechazada del continente no es solo cinismo, es una afrenta a la inteligencia colectiva.
El problema no es solo el monto, sino el momento. ¿En qué país vive el MEF?. Mientras el 3% de la población respalda a Dina Boluarte (Ipsos, abril 2025), mientras las calles arden de inseguridad, los hospitales colapsan y la corrupción es una epidemia institucional, el gobierno cree que el mejor mensaje es… ¡un aumento presidencial!.
Según SERVIR, esto es parte del «ordenamiento del sistema remunerativo». En buen cristiano: se ordena el caos institucional… empezando por asegurar que quien menos lo merece gane más. Una jugada fina, estructurada, técnica y completamente ajena al sentido común. Pero, claro, cuando se gobierna desde una burbuja de cristal, las prioridades se vuelven borrosas.
Y los ministros, esa corte de cortesanos aduladores, han salido a decir que la presidenta «no lo pidió». Claro que no. Solo se alineó todo milagrosamente para que su sueldo se duplique justo cuando más se habla de su frivolidad, de sus relojes, sus cirugías, sus escapadas médicas y sus maletas listas para Roma.
¡Ah, Roma! Recordemos cuando Dina se alistó con peinado papal y traje vaticano para ir a las exequias del papa, pero el Congreso le cerró la puerta. Quedó con los crespos hechos. Igual que el país entero tras ver este nuevo intento de premiarse en medio del descalabro. Para viajes, joyas y cirugías hay energía. Para gobernar, hay reposo.
Porque no solo se trata de sueldos. Se trata del mensaje. Se trata de una presidenta que se rodea de ministros sin escrúpulos, sin visión y sin plan. Funcionarios que justifican lo injustificable con una sonrisa y una declaración sin sentido. Una casta de adulones que confunden lealtad con servilismo y que creen que el cargo viene con corbata, viáticos y blindaje moral.
Mientras tanto, el país está desangrándose. Extorsiones, homicidios, delincuencia sin freno. Y la presidenta, en lugar de un plan de emergencia, nos ofrece un reajuste de haberes. ¡Y sin logros que lo respalden!. ¿Dónde están los indicadores, los avances, las reformas, las victorias?. Nadie los encuentra. Pero eso sí: las excusas sobran y los argumentos sobreactuados también.
Según expertos como Ricardo Herrera y Juan José Martínez, no hay justificaciones técnicas ni meritorias. Y si el Consejo de Ministros aprueba este incremento, la ciudadanía no se quedará cruzada de brazos: una acción popular viene en camino como expresión legítima de protesta nacional. Porque ya no basta con indignarse. Ahora hay que actuar. Y esta vez, no será una protesta simbólica. Será un grito de dignidad legal, político y social.
El aumento de sueldo de Dina Boluarte no es solo un desatino administrativo. Es un insulto político. Es la expresión más clara de una desconexión total con el país real. Es una burla para los millones de peruanos que viven con el 10% de lo que ella pretende cobrar, y que, a diferencia de ella, trabajan de verdad, pagan impuestos y no se esconden detrás de un informe técnico cada vez que la realidad los golpea.
Y lo más indignante: ese nuevo sueldo será la base de su pensión vitalicia, garantizada de por vida con plata del Estado, mientras millones de peruanos se jubilan con miseria y sin esperanza.
Si a eso le sumamos el silencio cómplice del Congreso, la complicidad del MEF, la frivolidad de SERVIR y la narrativa oficial de «modernización», tenemos una receta perfecta para la indignación. Pero esta vez, hay una cucharada de esperanza: la ciudadanía no lo dejará pasar.
Porque si a Dina Boluarte le suben el sueldo por «meritocracia», entonces que el pueblo decida: ¡que le rebajen el 97% que no la respalda!.
Y que quede claro: este tipo de abusos no se premian, se enfrentan. En las calles, en los tribunales y en las urnas. Y si no lo entienden hoy, lo entenderán cuando ya no puedan blindarse del juicio de un pueblo que no olvida.