Boluarte: rumbo al Guinness de la impopularidad del planeta

Por Edwin Gamboa, fundador Caja Negra
Hay marcas que llenan de orgullo a un país. Tener la línea más extensa del metro, un sistema de salud ejemplar o una educación pública de calidad. Pero no. En el Perú, el récord que se nos avecina con bombos y platillos es otro: convertirnos en el primer país con una presidenta que logre 0% de aprobación en las encuestas. Un hito mundial. Un logro para el Museo del Desgobierno.

La prensa francesa ya nos lo advirtió: Le Parisien y RTL la catalogaron como la presidenta más impopular del planeta. En Sudamérica, los rankings la ubican como la peor de toda la región. En Argentina, donde tienen sus propios problemas, miran al Perú y dicen: «bueno, al menos no somos Dina». Y en casa, claro, le dan una aprobación del 2%, aunque con tendencia a la baja. Si sigue así, en junio podría romper el récord y oficializar su título: Presidenta Cero.

Lejos de hacer una pausa autocrítica o mostrar algo de humildad, la mandataria responde con un libreto que parece extraído de un sketch: culpa a los «pastores mentirosos» que, según ella, repiten y repiten la misma mentira. Es decir, medios nacionales, internacionales, encuestadoras, ciudadanos, expertos, organizaciones civiles… todos están equivocados, menos ella. El pueblo no la comprende. El mundo tampoco. El error es colectivo. Ella, mientras tanto, se concentra en sus goles.

«Pónganme 0% y nos vamos a penales», ha dicho, con el desparpajo de quien cree que gobernar un país es un partido de fútbol amistoso en una loza deportiva. Los goles que menciona son las «obras», aunque el país siga desangrándose entre extorsiones, asesinatos, escuelas sin techos, hospitales sin camas y un desgobierno que avanza en piloto automático. Mientras tanto, la presidenta sigue en gira diplomática, agradeciendo al Congreso (ese mismo que la blinda) por autorizarle viajes al exterior. ¡Gracias, colegas del blindaje!.

Pero, ¿qué pasó con los cinco goles en contra en menos de 48 horas?. Cinco denuncias constitucionales, según la Fiscalía, por enriquecimiento ilícito, omisión de funciones, encubrimiento, colusión agravada y hasta abandono de cargo. Todo eso parece no distraerla. Porque no, «no nos distraen», según Dina. Ella sigue firme. No sabemos hacia dónde, pero firme.

Estamos frente a un gobierno que confunde liderazgo con negación, representación con soberbia, y crisis nacional con campaña de victimismo. Dina Boluarte ya no gobierna, administra su propio colapso con serenidad. Agradece a los cómplices, ataca a los críticos, evita a la prensa (lleva más de 200 días sin dar entrevistas) y habla de sus viajes como si fueran gestas históricas.

Mientras tanto, el país sigue secuestrado por extorsionadores, bandas criminales, congresistas que legislan para sí mismos, y una ciudadanía que sobrevive en medio del caos. La verdadera pregunta no es cómo llegamos a esto. Es cómo seguimos permitiéndolo.

El récord está cerca, presidenta. Pero no es el Guinness que necesita el Perú. Tal vez lo que necesita el país es que quienes mienten, insultan y se burlan del pueblo con frases como «pastores mentirosos» entiendan que ya nadie les cree. Que la gente está cansada de ver cómo, mientras se exige respeto desde un podio, se pisotea la realidad desde el poder.

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