Por Edwin Gamboa, fundador Caja Negra
Si alguien quiere entender la crisis política y moral del Perú, no necesita revisar cientos de decretos ni perderse en los pasillos del Congreso: basta con mirar los resultados de la reciente encuesta de CPI sobre la tendencia política que debería tener el próximo presidente. Lo que salta a la vista no es una elección clara por un modelo, ni una convicción firme en el rumbo del país. Lo que destaca es el desconcierto: el 28.1% de los peruanos no precisa su posición política ideal para el próximo mandatario. Es decir, más de uno de cada cuatro votantes simplemente no sabe —o no quiere decir— qué tipo de presidente quiere. No hay brújula. No hay proyecto. Solo incertidumbre.
Según los datos de CPI (mayo 2025), el 34.1% de peruanos desea un presidente de “centro”. Suena bien, suena neutral, suena razonable. Pero también suena vacío. ¿Qué significa el centro en un país donde la política se ha reducido a pactos por impunidad, caudillismos sin ideas y alianzas circunstanciales entre extremos? En el Perú, el “centro” no es una doctrina. Es un refugio. Es el punto medio entre dos decepciones. Una forma elegante de no comprometerse con nada, pero seguir votando.
A la derecha —moderada o extrema— se inclina un 27.2% del país, mientras que apenas un 10.6% se declara afín a la izquierda, ya sea moderada (8.5%) o extrema (2.1%). Y aquí la lectura es más que evidente: la izquierda sigue sin conectar con la mayoría del electorado, probablemente por su ambigüedad, su desconexión con las clases medias y sus contradicciones al momento de gobernar. Mientras tanto, la derecha, incluso tras años de escándalos y blindajes, sigue consolidando un voto duro, sobre todo en Lima (30.3%) y en sectores altos.
Pero lo verdaderamente preocupante no está en la derecha ni en la izquierda. Está en ese 28.1% que no precisa. Está en ese “no sé”, “no me importa” o “todos son iguales” que recorre cada región, cada zona rural, cada grupo etario. La cifra sube a 35% en la sierra centro y sur, y a 34.7% en el área rural. ¿Cómo interpretar eso? Es desinterés, sí. Es rechazo, también. Pero, sobre todo, es una confesión de derrota: millones de peruanos han dejado de creer que elegir importa.
Ese “no precisa” no es solo un dato técnico. Es un grito silencioso. Es el resultado de gobiernos que traicionaron, de candidatos que mintieron, de instituciones que se corrompieron. Es la consecuencia de ver que nada cambia aunque uno vote. Que se elija lo que se elija, el resultado es el mismo: exclusión, pobreza, violencia, indiferencia.
El Perú se encamina a las elecciones generales de 2026 con una ciudadanía exhausta, desorientada y, lo que es peor, desmovilizada. El centro es mayoría, pero no tiene contenido. La derecha sobrevive por inercia. La izquierda sigue sin convencer. Y una cuarta parte del país simplemente ya no quiere elegir.
Frente a ese panorama, el problema no es la falta de candidatos. Es la falta de esperanza. No hay un proyecto colectivo que entusiasme. No hay liderazgo que inspire. Solo hay una estadística: el 28.1% no precisa. Y ese número, en cualquier democracia, debería encender todas las alarmas. Porque cuando la política se queda sin brújula, el país no elige. Sobrevive.
Ficha técnica
Universo investigado: población urbana y rural del país, hombres y mujeres de 18 a 70 años que residen en la zonas geográficas en las que se ha subdividido en el país.
Ámbito y cobertura geográfica de la estadística: 18 departamentos del Perú. 39 provincias en los 18 departamentos investigados, incluidas Lima y Callao. 115 distritos (40 distritos de Lima Metropolitana y 75 distritos en el interior del país).
Técnica de la encuesta: Encuesta presencial en los hogares muestreados
Nivel de confianza: 95.5 %
Nivel de representatividad de la población total investigada: 94.1 %
Fecha de campo: 15 al 23 de mayo de 2025