Por Edwin Gamboa, fundador Caja Negra
En un país donde los discursos oficiales abundan, pero las vacunas no llegan a tiempo, la tos ferina vuelve a cobrarse vidas. Diez fallecidos y más de 400 casos confirmados —la mayoría en Loreto— evidencian, una vez más, el abandono histórico del Estado en las regiones más vulnerables. El Ministerio de Salud (Minsa) sale a declarar, a prometer y a movilizar brigadas, pero la realidad que enfrentan las comunidades indígenas no se resuelve con notas de prensa ni con cifras maquilladas. Mientras en Lima se garantiza la disponibilidad de vacunas “según el esquema”, en el Datem del Marañón se sigue muriendo gente por enfermedades prevenibles.
El viceministro de Salud Pública, Ricardo Peña, aseguró que el Minsa ha desplazado más de 200 brigadas y que se garantiza la disponibilidad de vacunas. Pero ¿qué garantiza un ministerio que reconoce públicamente que ni siquiera ha llegado al 25 % de cobertura en la aplicación de la tercera dosis de la vacuna pentavalente? ¿Qué puede prometer una cartera que, en pleno 2025, aún no ha descentralizado el procesamiento de pruebas moleculares y mantiene centralizada la capacidad diagnóstica en Lima?
El problema no es solo la tos ferina: es la tos institucional. Esa tos que no deja hablar con claridad, que ahoga con burocracia, que disimula la negligencia con tecnicismos. Porque mientras el viceministro asegura que las acciones de bloqueo son “inmediatas”, los hechos demuestran otra cosa. ¿Por qué se esperó a que haya fallecidos para activar el “apoyo aéreo del Ejército y la Fuerza Aérea”? ¿Por qué seguimos teniendo regiones con menos del 15 % de cobertura en vacunas básicas?
No es un problema de información: el Minsa tiene acceso al DNI de cada ciudadano, a sus historiales, a su esquema incompleto de vacunas. Y aún así, fracasa. No por falta de datos, sino por falta de decisión política, por falta de presencia estatal real. La selva sigue siendo el patio trasero del país, esa zona invisible para las campañas preventivas, pero útil cuando se trata de cifras para justificar planes que no se ejecutan.
El ministro de Salud, César Vásquez, no puede seguir escudándose en sus funcionarios ni limitándose a declaraciones complacientes. Su inacción frente a esta crisis sanitaria evidencia un liderazgo distante, reactivo e insuficiente. No basta con enviar brigadas cuando el brote ya es una tragedia. Se requiere planificación, presencia permanente, y una política pública de salud que priorice a quienes históricamente han sido postergados. El ministro debería explicar por qué su cartera sigue fracasando en alcanzar coberturas mínimas de vacunación en zonas críticas, y por qué no ha desarrollado una estrategia efectiva y sostenida de inmunización en las regiones con mayores brechas. En lugar de liderar con responsabilidad, parece contentarse con administrar el colapso.
La tos ferina no es solo una enfermedad infecciosa. Es un síntoma de un sistema de salud pública crónicamente enfermo. Y los primeros en padecerlo son, como siempre, los más pobres, los más alejados, los más olvidados. El Minsa y su ministro tienen la palabra, pero el país ya no escucha discursos: exige resultados. Y cada día que pasa sin corregir este abandono, es un día más en que la salud en el Perú sigue siendo un privilegio geográfico, no un derecho.