Milei sacó de la pobreza a 1,7 millones de niños y Boluarte ¿?

Por Edwin Gamboa, fundador Caja Negra

Mientras en Perú la presidenta Dina Boluarte sobrevive entre relojes, blindajes y discursos reciclados, el país —ese concepto olvidado en Palacio— transita en piloto automático. Las cifras no mienten: niños con anemia, criminalidad desbordada, minería ilegal con pase libre, narcos de frontera, congresistas que se protegen entre sí y un Estado que parece una carcasa sin motor. La política peruana sigue girando sobre sí misma, sin dirección ni sentido, mientras al otro lado del continente un presidente excéntrico y polémico hace lo impensable: reducir la pobreza infantil. Con hechos.

La noticia no es cualquier cosa: según datos de Unicef, la Argentina de Javier Milei ha logrado sacar a 1,7 millones de niños de la pobreza. Sí, 1.7 millones. En un país golpeado durante décadas por crisis económicas, default tras default y una inflación que llegó a niveles galácticos, el ajuste brutal y quirúrgico aplicado por Milei parece estar dando resultados donde menos se esperaba: mejoras en empleo, aumento de salarios reales, reducción del gasto mal asignado y, paradójicamente, fortalecimiento de programas sociales claves como la AUH y la Tarjeta Alimentar.

Mientras Milei le corta las alas al despilfarro estatal y ordena el desmadre fiscal sin anestesia, el Perú se hunde en una espiral de inmovilidad, donde las únicas prioridades del gobierno parecen ser sostenerse un día más, negarlo todo y proteger a sus ministros. Y si hay tiempo, quizás grabar un video institucional de 55 mil soles o justificar banquetes pagados con caja chica mientras afuera matan a balazos por un celular.

Los números argentinos, que a muchos dejaron boquiabiertos, también incluyen datos que envidiaríamos aquí: una inflación que bajó de 25% a 2.8% mensual, salarios que crecen por encima de los precios y niveles de empleo récord. Pero eso no es lo más llamativo. Lo que realmente sorprende —y duele— es que todo eso ocurrió mientras el Perú pasaba su último año en blanco: sin reformas, sin mejoras sustanciales y con un gobierno cuya única política activa parece ser la supervivencia.

¿Y nuestra pobreza infantil? Silencio. ¿Nuestra anemia? Diagnóstico crónico. ¿Nuestras escuelas sin agua, sin carpetas, sin conectividad? Persisten. Aquí, el debate sobre el hambre se disfraza con spots publicitarios, y el único plan contra la pobreza parece ser esperar a que pase sola.

Incluso organismos internacionales como el FMI han elevado su proyección de crecimiento para Argentina al 5.5% este 2025. Todo esto, tras una contracción del 1.7% el año pasado. En cambio, el Perú apenas aspira a crecer lo suficiente para maquillar las encuestas, que a Boluarte la tienen oscilando entre el 2% y el margen de error.

Aquí, el Congreso está más ocupado blindando a ministros que en reformar políticas públicas. El Ejecutivo, en lugar de gobernar, resiste. Y el ciudadano —abandonado en las calles tomadas por extorsionadores— ya no sabe si el verdadero milagro será sobrevivir hasta las próximas elecciones o que algún país del primer mundo acepte su asilo.

No se trata de idealizar a Javier Milei, pero los hechos son testarudos: mientras en Perú se come postre cada miércoles en Palacio y se cobra por respirar en el nuevo aeropuerto, en Argentina, 1.7 millones de niños dejaron la pobreza. Mientras aquí la presidenta niega la realidad y llama “pastores mentirosos” a sus críticos, allá los indicadores mejoran sin permiso ni propaganda.

Quizás es hora de aceptar que el verdadero contraste no es ideológico, sino funcional. Argentina, en crisis, está haciendo lo que Perú —estable— se niega a hacer: gobernar. Y si el Estado peruano va a seguir en piloto automático, por lo menos que no se moleste en ponerle gasolina al cinismo. Porque si seguimos así, vamos a necesitar no una reforma, sino un milagro. Y de esos, parece que ahora hay que buscarlos en Buenos Aires.

Lo más nuevo

Artículos relacionados