Perú entre los 15 países más difíciles para hacer negocios

Por Edwin Gamboa, fundador Caja Negra

El Perú ha logrado una hazanña digna de condecoración: se mantiene firme entre los 15 países más difíciles del mundo para hacer negocios, superado en la región sólo por clásicos del desorden como Argentina y Bolivia. El índice de complejidad empresarial 2025 de TMF Group lo confirma. Y mientras algunos lo celebran como una mejora (del puesto 3 al 13), otros sabemos que eso es como felicitar a un estudiante que pasó de jalar con 05 a jalar con 08.5.

Pero no todo es culpa de la burocracia kafkiana o del infierno tributario. No, señores. Aquí también opera un Estado en piloto automático, dirigido desde el salón del silencio por Dina Boluarte, con una visión tan clara como un parabrisas empañado. Y mientras tanto, extorsiones, asesinatos y organizaciones criminales hacen y deshacen a gusto, como si fueran parte de la agenda oficial.

En la tierra del ceviche y la improvisación, abrir una empresa es un deporte extremo. Formularios eternos, normas contradictorias, permisos que se cancelan con el viento y un sistema tributario tan enredado que ni un contador con GPS lo entiende. Según el informe, seguimos en el séptimo lugar mundial en complejidad fiscal. Traducido al castellano: pagar impuestos es un viacrucis y cumplir la ley, un acto de fe.

Y mientras el Puerto de Chancay se presenta como el nuevo Shanghái del Pacífico, en los mercados locales aún usamos bolsas negras para facturar. Eso sí, hay «transformación digital»: ahora puedes frustrarte online mientras esperas que Sunat te devuelva una declaración o que una municipalidad habilite tu licencia que ya está habilitada… pero en el sistema anterior.

El informe de TMF intenta endulzar la tragedia con frases como «diversificación de la cadena de suministro» o «entorno empresarial mejorado». Pero los emprendedores saben la verdad: invertir en el Perú es como jugar ruleta rusa en una fiesta infantil. Puede que sobrevivas, pero lo más probable es que acabes en UCI económica.

Y a todo esto, la presidenta. Una figura casi mitológica. Se le ve poco, habla menos, gobierna nada. Su estrategia es clara: esperar que el caos se autogestione mientras se inauguran obras ajenas y se viaja sin rumbo claro. No hay política de Estado, pero sí muchas fotos. No hay plan contra el crimen, pero sí muchos titulares de violencia. Y en medio de eso, las empresas intentan subsistir. Algunas huyen. Otras resisten por terquedad, o por no saber a quién venderle el inventario.

¡Bravo, Perú! Has logrado consolidarte como una marca-país para el «emprendedor valiente». En vez de «Start-up Nation», somos «Survival Nation». Que no te engañen los rankings: bajar del puesto 3 al 13 no significa progreso si el crimen está ganando, la corrupción dirige desde la sombra y el presidente (o presidenta) gobierna desde el modo ausente.

Y mientras los ministros celebran indicadores con entusiasmo de PowerPoint, la realidad camina por calles tomadas por mafias, mercados en asfixia, y emprendedores ahogados entre impuestos y miedo. ¿Invertir en Perú? Solo con blindaje espiritual y asesoría legal permanente.

Pero no todo está perdido: siempre queda la fe, el humor negro y, por supuesto, esta columna.

Hasta el próximo ranking, o hasta que alguien decida encender el piloto manual del país. Lo que ocurra primero.

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