¿Qué hará Donald Trump si Venezuela clasifica al Mundial?

Por Edwin Gamboa, fundador Caja Negra

El fútbol, dicen, es el deporte más democrático del planeta. Une culturas, borra fronteras, convierte a extraños en hermanos por noventa minutos. Salvo, claro, que el árbitro se llame Donald Trump. En ese caso, las únicas fronteras que se borran son las del cinismo. Mientras la FIFA anuncia con bombos y platillos que el Mundial 2026 será el más diverso, integrador y global de todos los tiempos, en la Casa Blanca se firma una orden ejecutiva que dice: “tú sí, tú no”. Y adivinen quiénes están en el segundo grupo. Sí, Venezuela incluida.

Soñar con el Mundial es legítimo. Pero para miles de venezolanos en el exilio, ese sueño viene con visa rechazada. La selección Vinotinto podría hacer historia y clasificar por primera vez. Pero sus hinchas tendrán que verla desde el televisor prestado, porque al país anfitrión no se entra con ilusión: se entra con pasaporte válido, visa aprobada y, de preferencia, piel clara y cuenta bancaria.

La nueva orden ejecutiva de Trump restringe o directamente prohíbe el ingreso a ciudadanos de 19 países, entre ellos Venezuela. Algunos —como Yemen o Chad— enfrentan un bloqueo total. A otros —como los venezolanos— se les niega el acceso a visas de turismo, estudio o residencia. Pero tranquilos, que hay una excepción: los futbolistas sí pueden ingresar. Porque si algo no se toca en este planeta, es el negocio de la FIFA.

Mientras los jugadores Vinotinto podrían entrar por la alfombra roja del Fair Play, los hinchas tendrán que conformarse con el Fair Stay… en casa. Y que no se atrevan a soñar con “hacer la vaquita” para el pasaje, porque la aduana no acepta emociones como justificante migratorio. El Mundial se jugará en Estados Unidos, pero para muchos venezolanos no será una experiencia presencial, sino una metáfora: se celebra en otro país, con otra gente, sin ti.

La Casa Blanca justifica la medida por «seguridad nacional». Al parecer, hay una alta proporción de ciudadanos de estos países que permanecen en EE.UU. más allá de sus visas. O sea, alguien no se fue a tiempo, así que ahora tú tampoco entras. La lógica es impecable. Es como si a un equipo entero se le negara el ingreso a un estadio porque una vez un suplente pateó un balón fuera de lugar.

Y mientras esto sucede, la FIFA sigue preparando su marketing de inclusión. Porque nada dice “bienvenidos todos” como un muro migratorio disfrazado de trámite consular. La misma organización que exige igualdad, tolerancia y respeto en sus campañas globales, acepta sin chistar que los estadios se llenen solo de quienes cumplan con los requisitos del país anfitrión. Un Mundial para todos, salvo para los que sobran.

Y por si fuera poco, el espectáculo es triple: Estados Unidos, Canadá y México serán los anfitriones. Pero claro, en este trío, uno tiene las llaves del portón y las armas del control migratorio. ¿Y si Venezuela clasifica y avanza hasta cuartos? ¿Y si sus hinchas se organizan desde Colombia, Chile o Perú para alentarlos? ¿Tendrán prioridad diplomática? ¿Habrá un corredor humanitario para la hinchada Vinotinto? Nada de eso está en la agenda. Porque aquí el que manda no es la FIFA. Es Homeland Security.

Conclusión
Venezuela puede clasificar al Mundial. Y ojalá lo haga. Será histórico. Pero no alcanzará para borrar la otra historia: la de los hinchas que no podrán viajar, las familias separadas por una firma presidencial, los estadios sin acento caribeño en las tribunas. No por falta de pasión, sino por exceso de política.

Si el fútbol es el idioma universal, el Mundial 2026 corre el riesgo de hablarlo con acento discriminador. El mensaje es claro: pueden venir los goles, pero no los que gritan. Los negocios sí entran, pero no las banderas. El espectáculo será global, siempre que el pasaporte lo permita. Y mientras Trump levanta nuevas fronteras, la FIFA levanta las manos… para no incomodar al anfitrión.

Así que, queridos venezolanos: si su selección clasifica, aplaudan fuerte desde donde estén. Porque el Mundial será de todos… menos de ustedes.

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