Mundial de Clubes: cuatro dólares para ver a Messi

Por Edwin Gamboa, fundador Caja Negra

Alguna vez el fútbol fue una fiesta. Hoy, gracias al genio creativo de Gianni Infantino y su Mundial de Clubes versión 2025, se ha convertido en una promoción de supermercado. Cuatro dólares para ver a Lionel Messi —sí, cuatro— es el último intento desesperado de la FIFA por maquillar lo que ya es evidente: este torneo es un fracaso. Un evento vacío, politizado, manipulado y, lo más grave, sin alma. Cuando se rebaja el fútbol a saldo final, lo que se pierde no es solo dinero: se mata su esencia.

De ilusión global… a liquidación total
En lugar de banderas ondeando, tenemos descuentos en cadena. En vez de emoción, tenemos boletos 2×1, combos universitarios y correos con cupones. El “flamante proyecto” de Infantino se estrenará con estadios semi vacíos, promociones dirigidas a estudiantes desesperados por salir de clase, y entradas a precio de empanada.

¿La justificación? “Precio dinámico”, dice el presidente de la FIFA, en lo que suena más a eufemismo económico que a estrategia real. Porque si de verdad el fútbol fuese un producto tan deseado, no habría necesidad de mendigar asistencia ni disfrazar una rebaja del 98% como “oportunidad de acceso”. Si hay que regalar boletos para ver a Messi, algo huele muy mal en Zúrich.

Hinchas bajo vigilancia y fronteras cerradas
Pero el tema va más allá del marketing fallido. El torneo se desarrolla bajo un clima de represión y control inédito en la historia del fútbol: hinchas patrullados por agentes migratorios, ciudades militarizadas, y disturbios en zonas como Los Ángeles por las políticas migratorias de Trump. ¿Esta es la “experiencia del hincha” que tanto promueven? ¿La fiesta que debía unir culturas ahora viene escoltada por ICE y CBP? Ni Orwell imaginó algo tan distópico con camisetas puestas.

La presencia de organismos de control migratorio dentro y fuera de los estadios no solo es una aberración ética, sino una amenaza directa a los derechos humanos. El fútbol no nació para ser una excusa de vigilancia masiva. Nació para unir, emocionar y celebrar. Ahora, hasta en los baños habrá ojos que supervisan si llevas más banderas que documentos.

Fútbol sin alma, estadios sin alma
El Hard Rock Stadium, con capacidad para casi 65 mil personas, apenas ha vendido 25 mil entradas para el partido inaugural. Ni Messi, ni Busquets, ni Suárez lograron revertir la indiferencia. Porque por más nombres rutilantes, el fútbol no es solo cartel: es atmósfera. Y eso no se compra con descuentos.

La FIFA creyó que armar un torneo con 32 clubes era suficiente. Que bastaba con ponerle la etiqueta de “mundial” para que la gente se lanzara a comprar. Pero olvidó lo esencial: la conexión emocional. Este torneo no convoca, no emociona, no inspira. Porque no se construyó desde la pasión, sino desde la planilla de Excel.

El Mundial de Clubes 2025 será recordado, sin duda. No por sus goles, ni por sus emociones, ni por su épica. Será recordado como el torneo que vendió entradas a cuatro dólares para ver a Messi… y aun así no llenó el estadio. Como la edición que puso policías migratorios donde debían estar bombos y abrazos. Como el evento que mató el alma del fútbol para servir los intereses de unos pocos.

Reflexión final
Cuando se distorsiona el fútbol al punto de convertirlo en un negocio de saldo y control, ya no importa cuántos equipos participen, ni cuántos millones se inviertan. Lo que importa es lo que se pierde: la esencia, la alegría, el alma colectiva. El fútbol no se trata de cuántos boletos se vendan. Se trata de por qué la gente quiere estar allí.

Y si hoy la gente no va, es porque entiende que esto ya no es fútbol. Es solo un espectáculo vacío, donde el espíritu del juego fue reemplazado por ofertas, códigos QR y vigilancia.

Nos vemos en la próxima promoción. O quizá ya no.

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