Guerra de Divas: Dina vs Delia, denuncias con glamour

En el ranking histórico de presidentes con más denuncias en el Perú —ese olimpo de deshonra donde solo los más legendarios logran figurar— Dina Boluarte ya no compite. No. Ella ha pulverizado récords, roto cronómetros y quemado los archivos. Treinta y cuatro denuncias en su contra (por ahora). ¿Escándalo mundial? No, tranquilo, es martes en el Perú.

Y por supuesto, en la telenovela de Palacio, Dina no es la protagonista de sus propios errores. Ella es la heroína sufrida, la santa patrona de los perseguidos, la Juana de Arco versión San Isidro. Se autoproclama mártir de un sistema judicial que —oh, casualidad— solo la persigue porque es buena, honesta y está trabajando por el país… desde un Rolex hasta…
Pero como toda diva en crisis necesita su villana, aparece en escena Delia Espinoza, la Fiscal de la Nación, a quien Dina quisiera ver vestida de bruja, pero que más bien se muestra como una tecnócrata aburrida lidiando con un libreto de serie B.

En la esquina dorada de Palacio: Dina gritando «¡Golpe de Estado blando!» cada vez que escucha la palabra “investigación”. En la esquina fiscal: Delia, con cara de “Señora, cálmese”, respondiendo con frialdad que ella solo está haciendo su trabajo. Es decir: pidiendo documentos, investigando cuentas, siguiendo la ley… esas cosas tan incómodas para un gobierno acostumbrado a gobernar a punta de victimización y conferencias de prensa lacrimógenas.

El problema es que a Dina no le están siguiendo el guion. Y sin villana, no hay novela. ¿Cómo convence al país de que la persiguen si la fiscal ni siquiera se digna a levantar la voz?. Un dilema shakesperiano para Palacio, que cada día parece más una sala de guionistas desesperados buscando nuevos capítulos.

Pero no nos olvidemos del Congreso, ese circo paralelo con 35 investigaciones propias. Aquí ya no hablamos de un Estado en crisis. Hablamos de un ecosistema perfecto para Netflix: un país especializado en ser investigado. A este ritmo, no necesitamos nuevas universidades; necesitamos más penales, más jueces, y un programa de maestrías en «Gestión de Procesos Judiciales para Altos Funcionarios».

Que no te sorprenda si en el próximo Guinness World Records aparecemos en letras doradas: «Perú, el gobierno más investigado del planeta… y aún en funciones».

Dina sigue aferrada a su papel de víctima. Insiste en que todo esto es producto de una conspiración. La realidad es mucho más sencilla (y menos épica): si gobiernas mal, si improvisas peor, y si tus amigos confunden el Estado con una tienda de regalos, las denuncias no son acoso. Son consecuencia. Pero claro, asumir responsabilidad en el Perú es más difícil que un ministro durando un mes en su cargo.

Así que sigamos disfrutando de este reality nacional: la Guerra de Divas recién empieza. Y como buena saga peruana, promete más giros, más denuncias y más ridículo. Las próximas temporadas ya están en preproducción. Palomitas listas.

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