Congreso recomienda la vacancia de Dina Boluarte

Por Edwin Gamboa, fundador Caja Negra

Una cirugía de Estado. El Congreso prepara un informe que recomienda la vacancia de Dina Boluarte por “abandono del cargo” tras someterse a múltiples cirugías estéticas en 2023. Mientras el país se desangra por la violencia, el hambre y la corrupción, nuestra institucionalidad se reduce a un drama de bisturí, firmas dobles y poderes de desdoblamiento.

En un país donde la moral pública es tan elástica como los rostros recién operados, resulta casi poético —y no menos trágico— que el Congreso de la República busque vacar a una presidenta no por corrupción, represión, abandono de regiones ni desidia frente a las extorsiones… sino por una presunta omisión en informar sus cirugías estéticas. Así estamos: la ética de gobierno en el Perú se mide en retoques faciales y poderes de bilocación.

Este 17 de junio, la Comisión de Fiscalización presentará su informe final sobre el llamado caso Cirugías, que involucra a la presidenta Dina Boluarte en una serie de intervenciones quirúrgicas realizadas mientras —aparentemente— seguía firmando resoluciones desde Palacio. Todo indica que la mandataria ha desarrollado, según su médico, la asombrosa habilidad de firmar desde la clínica y desde el gobierno al mismo tiempo. Tal vez no es presidenta: es una prestidigitadora de la burocracia.

El bisturí como causal de vacancia
El congresista Juan Burgos, presidente de la Comisión de Fiscalización, ha anunciado que el informe final recomendará iniciar un proceso de vacancia presidencial por “incapacidad moral permanente”, acusando a Boluarte de haber omitido su real estado de salud y haber continuado firmando documentos oficiales mientras permanecía, según consta, sedada en una clínica.

La premisa, por supuesto, parece un libreto de serie satírica: una presidenta que sale de cirugía, firma resoluciones entre gasas y sueros, y mientras tanto, niega haber pasado por el quirófano con la misma convicción con la que niega las crisis que asfixian al país. El asunto es tan surrealista que ha desatado debates sobre clonación, hologramas o inteligencia artificial en Palacio.

Firma aquí, aunque estés en recuperación
Uno de los elementos más llamativos del informe —y de toda esta tragicomedia política— es la diferencia entre las firmas que aparecen en los documentos enviados a la clínica del doctor Cabani y aquellas que figuran en las resoluciones del Ejecutivo. La Comisión no solo cuestiona la omisión de información, sino también la posible falsificación o suplantación de firmas.

La clínica asegura que Dina Boluarte estuvo en reposo absoluto entre el 29 y el 30 de junio de 2023, y sin embargo, firmó una resolución de gobierno el mismo día 29. ¿Fue una recuperación milagrosa o una negligencia con firma electrónica? Sea cual sea la respuesta, lo cierto es que este episodio ha hecho más por el estudio de la metafísica que por la institucionalidad democrática.

Un país en coma, pero con cirugía VIP
Mientras tanto, en el Perú real —ese que no sale en los partes quirúrgicos del Ejecutivo— la extorsión se ha convertido en sistema, la economía informal sostiene el país con alfileres, y la violencia no se combate ni con discursos ni con cirugías. Pero el foco mediático y político está puesto en si la presidenta se hizo un lifting, una rinoplastia o algo más.

Incluso el abogado del cirujano ha enviado una carta notarial exigiendo que Boluarte se rectifique y reconozca que la operación no fue “de baja complejidad” como ella declaró. El motivo: habría sido una intervención “con un staff de seis médicos” y “sedación anestésica”. En cualquier otra parte del mundo, este sería un problema privado. Pero en el Perú, donde cada silencio presidencial genera más dudas que certezas, hasta las cicatrices personales se convierten en asuntos de Estado.

Cirugía moral al Congreso (y al país)
Pero sería ingenuo pensar que este episodio solo refleja una irresponsabilidad individual. En realidad, evidencia la precariedad institucional de un país que se ha resignado a vivir entre escándalos, improvisaciones y oportunismos. El Congreso que hoy evalúa la vacancia por bisturí es el mismo que guarda silencio ante las muertes por represión, las omisiones frente a la inseguridad, y las componendas partidarias que asfixian cualquier intento de reforma.

¿Se trata realmente de una defensa de la moral presidencial? ¿O más bien de una nueva oportunidad para capitalizar políticamente una debilidad mediática? En un Parlamento que convierte cada escándalo en cálculo y cada acusación en espectáculo, la cirugía estética resulta más útil que un plan de gobierno.

Cirugía estética, ética política
Este país ya no exige presidentes con programas de gobierno, con principios, con visión de Estado. Al parecer, basta que no oculten sus intervenciones faciales. Como si la transparencia en el quirófano pudiera compensar la opacidad en la gestión. Como si la moral pública se pudiera restablecer con bisturí.

Mientras tanto, el informe de la Comisión de Fiscalización se alista para su presentación con bombos, platillos y citas a notarios. La moral, como la piel, se estira hasta donde convenga.

Reflexión final: ¿Gobernar o disimular?
En una república cansada de escándalos y promesas no cumplidas, el caso ‘Cirugías’ nos recuerda que lo grotesco no es que una presidenta se opere. Lo grotesco es que lo haga mientras el país se desangra por dentro. Que lo oculte. Que lo niegue. Y que se aferre al cargo como si el país no mereciera algo mejor. En el Perú, incluso el rostro del poder necesita cirugías. Pero lo que urge no es un lifting estético, sino una reconstrucción ética. Y esa no se hace en clínicas privadas.

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